Con su llamativa fachada, dispuesta de tal forma que optimiza la iluminación natural, y un sistema estructural de hormigón armado que permite plantas abiertas, este proyecto del estudio de arquitectura Mario Cucinella Architects sirvió no sólo para transformar un antiguo cuartel militar en un campus universitario, sino también, en un hito arquitectónico para la ciudad de Aosta.

Fuente: Hormigón al día

La ciudad de Aosta, ubicada al norte de Italia -cerca de la frontera con Suiza y Francia- es la capital de la provincia del mismo nombre y también se le conoce como la “Roma de los Alpes” por la presencia de yacimientos arqueológicos que datan de la era del Imperio Romano, entre las que destacan el Arco de Augusto (monumento en honor al emperador del mismo nombre, erigido en 23 a. C.) y los restos de un teatro con capacidad para 3.000 espectadores.

Asimismo, en Aosta también hay otras interesantes edificaciones que son de la Edad Media, como la Catedral de la Asunción, lo que da cuenta del rico patrimonio arquitectónico que posee la ciudad. Esto resultó clave para el proyecto encomendado por la Universidad Nueva Valdostana y que llevó a cabo el estudio de arquitectura Mario Cucinella Architects: recuperar un sitio ubicado cerca del casco histórico de la ciudad para el desarrollo de actividades académicas y culturales.

El desafío de este proyecto estuvo en la recuperación y transformación de un área total de 56.302 metros cuadrados, que solían ser unas antiguas barracas militares (Barracas Testafochi) y que, gracias al diseño arquitectónico de esta obra, finalmente se transformó no sólo en un campus universitario, con capacidad de albergar a cerca de 2.000 estudiantes, sino también, en un verdadero hito arquitectónico del paisaje de Aosta.

Desarrollando un hito para una ciudad patrimonial

Para el estudio, el proyecto de un nuevo campus universitario significó la posibilidad real de mostrar “cómo es posible concebir una edificación de diseño arquitectónico contemporáneo que colabore tanto con el paisaje como con el clima de la zona donde se erigirá”, explicaron en la descripción del proyecto. Para ello, el estudio desarrolló un diseño que fuese reconocible y que respetase la disposición original del plan, “revolucionando toda el área al abrirla a la ciudad”, explicaron los arquitectos.

En ese sentido, los arquitectos se inspiraron en los iceberg -estas grandes masas de hielo que se desprenden de un glaciar y flotan por el mar- para dar forma a este nuevo campus universitario.

“Por una parte, sus colores y elementos establecen un fuerte vínculo con el paisaje alpino nevado, partiendo por la austera rigidez de las antiguas barracas militares. Por otro lado, dan lugar a una forma que garantiza un excelente desempeño energético”, comentaron desde el estudio en la descripción del proyecto.

De esta manera, el diseño se enfocó en un patrón que facilitase la autonomía funcional del campus. Para ello, el modelo del proyecto tomó patrones estructurales inspirados en “organismos vegetales”, relevando así esta característica que posee el nuevo edificio.

Fachada y sistema estructural de hormigón

El proyecto se compone de cuatro niveles sobre el suelo (planta baja, primer, segundo y tercer piso) más dos estacionamientos subterráneos. En la planta baja, se ubicaron el salón principal y la cafetería del campus. “Esta decisión mejora el acceso a la plaza que recibe a los estudiantes, al hacer que la planta baja sea visual y físicamente ‘permeable’”, detallaron desde el estudio.

En los niveles superiores se colocaron las salas de clase, las que están cubiertas por la fachada que va haciéndose menos densa a medida que se asciende en la edificación. “Esta variación de sus características geométricas y de los materiales utilizados depende del nivel y orientación, lo que optimiza la penetración y modulación de la luz natural. Por otro lado, donde la fachada colinda con la plaza principal, esta se compacta y deforma para integrarla lo máximo posible, transformando una parte de la fachada del nuevo edificio en un elemento de embellecimiento urbano”, subrayaron los arquitectos.

Para la estructura del edificio, se utilizó un sistema de grandes pisos de hormigón armado, los que se apoyaron sobre una serie de muros del mismo material. “Esta solución -comentaron los arquitectos- además de permitir la creación de amplios espacios sin necesidad de elementos de soporte, también aportó una ventaja en la ubicación de las salas de clase”.

Con la fachada como elemento definitorio de la estética del campus y un sistema estructural que permitió amplias zonas libres de columnas, el nuevo edificio de inmediato se transformó en un hito arquitectónico de la ciudad. “El campus universitario del Valle de Aosta es un ejemplo de cómo la arquitectura puede interactuar con el territorio, respetando el pasado y abriendo nuevos espacios para compartir el futuro”, resaltó Mario Cucinella, fundador del estudio.

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