La última versión de la Semana de la Madera 2021 reunió a expertos con conocimientos en materiales sustentables, técnicos y estéticos sobre la madera. Entre estos, Diana Tuomasjukka (Finlandia), Christopher Martius (Alemania) y Lucia Pittaluga (Uruguay), quienes participaron del seminario “Bioeconomía y madera, presente y futuro hacia la sostenibilidad”.

Fuente: Madera21

La bioeconomía, según Global Bioeconomy Summit 2018, se basa en el consumo y producción de bienes y servicios derivados del uso y transformación sostenible de recursos biológicos -como la madera-, aprovechando el conocimiento de los sistemas y procesos, en conjunto con la aplicación de tecnologías. Ante la crisis climática y la urgencia de repensar el consumo humano, es necesario fortalecer el papel que pueden desempeñar los productos forestales en una bioeconomía circular. Definición adoptada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). 

La relevancia de la bioeconomía en medio de una crisis climática causada por actividades humanas, fue un tema imprescindible para la Semana de la Madera 2021. Evento organizado enfocado en el uso responsable, eficiente y creativo del material, en proyectos innovadores y sustentables.

El seminario “Bioeconomía y madera, presente y futuro hacia la sostenibilidad“, se encauzó principalmente en las oportunidades de desarrollo de productos y procesos basados en materias primas renovables, con efectos ambientales neutros o positivos, generando un desarrollo económico local y social, basado en investigación y desarrollo.  

Sus charlistas fueron Diana Tuomasjukka (Finlandia), científica principal y líder del equipo “Bioeconomía Sostenible” del Instituto Forestal Europeo (EFI); Christopher Martius (Alemania), Director General del Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR) y líder del equipo por el Cambio Climático, Bioenergía y Estrategias de Bajas Emisiones; y Lucía Pittaluga (Uruguay), economista e investigadora del Instituto de Economía, Facultad de Ciencias Económicas y Administración. 

Según el informe “Productos de Madera en la Bioeconomía Global”, de la FAO: “Es necesario mejorar la fabricación, diseño, uso, reutilización y reciclaje de productos forestales, y la gestión de residuos de madera para reducir el impacto ambiental en el ciclo de vida del producto. Desarrollar la conciencia, abordar el conocimiento y las brechas de implementación en la cadena de valor de los productos forestales a nivel global, es crucial para garantizar la sostenibilidad de una bioeconomía circular basada en los bosques”. 

Diana Tuomasjukka ha trabajado en diversos proyectos de la Unión Europea, principalmente en el contexto de las evaluaciones de impacto de la sostenibilidad, cadenas de valor de la madera, bosques y bioeconomía circular. Siendo este último el tema principal de su actual trabajo, junto a la modelización interseccional de cadenas forestales en Europa, con indicadores que cubren aspectos sociales, económicos y ambientales. 

bioeconomía

En su presentación dio a conocer el contexto europeo, donde los bosques cubren el 35% de su superficie y capturan el 13% de las emisiones de CO2. Frente a estos antecedentes, la experta afirmó: 

“El cambio del paradigma económico es una necesidad urgente, y también debe serlo en la política. En el contexto europeo tenemos dos grandes estrategias importantes. La primera es la estrategia de la bioeconomía circular, y la segunda es el Acuerdo Verde Europeo. La bioeconomía circular pone el foco en los sectores, inversiones y mercados ‘biobasados’; en las bioeconomías locales de toda Europa; y que opera con límites ecológicos. El Acuerdo Verde Europeo tiene objetivos más ambiciosos, tales como convertirse en el primer continente “clima neutral” a través de una transición justa, un plan de inversión sustentable, objetivos más ambiciosos para el año 2030 y enfocarse en la preservación de los ambientes naturales europeos”. 

Entre los bioproductos que pueden ser hechos con fibras de madera, se encuentran textiles, cosméticos, edificios, farmacéuticos, bioplásticos y más. “Hay un gran potencial de innovación, el potencial de hacer todo lo que hoy está hecho de fósiles, hacerlo de madera. Todo puede ser reinventado y rediseñado”, dijo Tuomasjukka. 

Christopher Martius comentó el contexto mundial desde el gráfico Donut Economics, (Raworth 2017). “Estamos excediendo el uso de los recursos por sobre un nivel sostenible (…) Entre las necesidades de las personas están el agua, la comida, salud, educación y energía. La mayoría de estas provienen de recursos naturales, por lo que debemos hacer coincidir las necesidades con los límites del planeta”.

A lo anterior, el experto agregó las implicancias del Covid-19 y cómo los estilos de vida deberían cambiar voluntariamente: viajar menos, manejar menos autos, utilizar bicicleta, tener menos hijos y comer menos carne. Esto, al menos, como una parte de la ecuación. 

Martius, además de explicar tres soluciones bioeconómicas en las que están trabajando localmente, las cuales integran a bosques, árboles y a la agroindustria en sus mecanismos, señaló que “también pensamos que debemos tener debates globales sobre qué producir, para quién, cuánto y dónde. Necesitamos más datos, más ciencia y pronósticos sólidos. Desarrollar una estrategia bioeconómica coherente para apoyar decisiones sobre el uso de tierra, materiales, comida, consumo, dieta y energía”. 

Con un doctorado en biología y más de 30 años de liderazgo en enfoque interdisciplinarios de desarrollo y cambio climático, siendo este último tema el principal abordado en más de 130 de sus artículos, junto a la ecología tropical y del suelo. El Director General de CIFOR finalizó su presentación exponiendo la relevancia de poner las necesidades de las personas por sobre lo demás, destacando tres ideas: inclusividad, responsabilidad social y vínculos entre ruralidad y urbanismo.

Lucía Pittaluga hizo un repaso por las revoluciones tecnológicas e industriales, abarcando el periodo de la economía digital donde destacan conceptos como la información, la comunicación y la globalización. Desde el 2030 en adelante, se espera avanzar a una etapa de “economía verde”, donde la protección del ambiente, biomedicina/tecnología y la salud holística, serán los conceptos a resaltar. 

Utilizando el Sistema Socioecológico (Salas y Zapata, 2011), la experta explicó que “lo económico es una punta más de todo el sistema socioecológico que tenemos que mirar, que tenemos que ver cómo evoluciona, que tenemos que ver o no si genera desarrollo, porque que solo este punto genere crecimiento del PIB no significa que genere desarrollo. Esto parece muy conocido, pero no lo tenemos incorporado en nuestras políticas, en nuestro diario vivir, en nuestra enseñanza. Cuando hablamos de economía, estamos hablando de desarrollo territorial endógeno”. 

Pittaluga abordó los compromisos de Uruguay con la Agenda 2030 y un borrador de la Estrategia de Bioeconomía Sostenible de su país, “que tiene un pilar de desarrollo territorial inclusivo, uno de sostenibilidad del consumo y la producción, otro de inserción internacional sostenible, y otro de ciencia, tecnología e innovación; que intentan plasmar el esquema teórico sobre el desarrollo territorial endógeno”. 

La transformación de la matriz productiva nacional, para dar un valor agregado ambiental a las actividades tradicionales; los datos locales relevantes, como por ejemplo el PIB aportado por la bioeconomía (14,2%); el desarrollo del sector forestal uruguayo y el rol de la globalización, fueron algunas de los temas que también abordó durante su exposición. 

El encuentro de conocimientos provenientes de diversas áreas confluyeron en un único objetivo, que se puede ejemplificar con la presencia de la siguiente idea a lo largo del seminario. En palabras de la economista, “la bioeconomía está basada en los recursos naturales renovables, y estos tienen funciones ecosistémicas, y el servicio de producción es uno solo. Generalmente tendemos a olvidarlo. Hay otros servicios ecosistémicos de regulación y culturales que no incorporamos en nuestras políticas, visión e investigaciones”. 

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