Vortex Bladeless, una ‘start up’ afincada en Ávila, desarrolla una novedosa tecnología de aerogenerador de energía sin palas: un cilindro que vibra cuando entra en resonancia con el viento

Fuente: El Mundo

Imaginemos una turbina eólica sin aspas. Un cilindro sin más, que de pronto se pone a vibrar cuando entra en resonancia. Pues resulta que el viento, como el agua, genera remolinos en contacto con un cuerpo redondeado. Mitigar ese fenómeno, conocido como “vibración inducida por desprendimiento de vórtices” (VIV, por sus siglas en inglés), ha sido siempre uno de los grandes retos para la ingeniería. Pero ahora resulta que se puede aprovechar, precisamente para generar energía.


Desde que estudió en la Escuela de Ingenieros de Valladolid, David Yañez (44 años), lleva dándole vueltas a la manera de “maximizar esta inestabilidad aerodinámica y capturar la energía contenida en ella”. Su idea tenía algo de desafío quijotesco ante las palas gigantes de los molinos eólicos (aunque en el fondo se reconoce un profundo admirador de “la tecnología y la belleza” de los aerogeneradores convencionales).


Contra viento y marea, hace siete años que decidió consagrarse a la ardua empresa con Vortex Bladeless, la start up afincada actualmente en Ávila tras pasar por una aceleradora en Harvard y haber logrado recientemente el apoyo del gigante estatal noruego Equinor para dar un nuevo impulso a la tecnología (Yáñez agradece también el empujón dado en su día por la Fundación Repsol).

Como puede verse, el tirón del invento “made in Spain” ha traspasado nuestras fronteras y ha llegado a las páginas de The Guardian, que lo ha rebautizado como el Skybrator, algo así como el “vibrador del cielo”.


Nos ha hecho mucha gracia el nombre, pero nos parece estupendo si sirve para capturar la imaginación de la gente e ilustrar cómo funciona esta tecnología”, admite David Yáñez. “Yo soy el primer sorprendido por el hecho de que no haya habido hasta ahora más intentos de aprovechar este fenómeno, el desprendimiento de vórtices, tan conocido por la ingeniería”.


Yáñez suele recurrir al ejemplo de la soprano que ajusta el tono de su voz a la frecuencia de resonancia de una copa de cristal, hasta que esta empieza a vibrar y llega a romperse en su momento de oscilación máxima. De la misma manera, el aerogenerador sin palas de Vortex Bladeless entra en resonancia con el viento y comienza a oscilar.

Turbina

La estructura está construida con resina reforzada con fibra de carbono. El secreto está realmente en interior, diseñado para convertir la energía mecánica en energía eléctrica a través de un sistema de alternadores (con bobinas e imanes adaptados a la dinámica del equipo, sin engranajes, ejes o desplazamientos).

“La tecnología está aún inmadura y este puede ser nuestro año crítico”, reconoce Yáñez. “Pero hay cada vez un mayor interés por la microeólica en hogares y en espacios urbanos, y ahí es donde nuestra tecnología puede encajar. Desde el principio entendimos que nadie quiere subir al tejado a cambiar piezas, y en ese sentido aspiramos a que sea un dispositivo tan práctico como las placas solares. Y hasta cierto punto complementario, pues podría funcionar de noche y servir por ejemplo para recargar la batería del coche”.

Posible aplicación en eólica marina

Curiosamente, el mayor interés por las posibilidades de la nueva tecnología está viniendo últimamente por el lado industrial, y por su posible aplicación para la eólica marina, dada la simplicidad de los cilindros que abarataría los costes de mantenimiento.


De hecho, la compañía baraja la posibilidad de llegar a fabricarlos en cuatro tamaños: el Vortex Nano de 85 centímetros (el “juguete” que ya han hecho llegar a diversos lugares del mundo a modo de tanteo y demostración); el Vortex Tacoma de 2,75 metros (el más adecuado para los tejados); el Vortex Atlantis de 9 metros y dos kilovatios (para soluciones intermedias de energía distribuida) y el Vortex Goliath, que podría llegar a los 140 metros de altura y un megavatio de potencia.


Teniendo en cuenta que los gigantes eólicos en los parques marinos llegan ya a los 12 megavatios, le preguntamos a Yáñez si las turbinas sin aspas son una alternativa real. “Nunca podremos competir en potencia generada porque el área de “barrida” es bastante menor, pero sí tenemos una gran ventaja en el abaratamiento de costes”, advierte el fundador de Vortex Bladeless, con seis trabajadores impulsando el ingenio eólico.


“Al no tener aspas, tampoco estamos limitados por el “efecto estela” y podría haber una mayor densidad de “molinos” en el mismo espacio“, añade Yáñez. “El impacto ecológico también es menor, al no generar prácticamente ruido (o hacerlo en un frecuencia casi indetectable para el oído humano) ni suponer un riesgo para el vuelo de las aves migratorias… Pero no aspiramos a competir con los parques eólicos tradicionales, que al fin y al cabo fueron la avanzadilla -después de la hidráulica- de las energías renovables”.

Yáñez está convencido de que en los próximos años asistiremos a una revolución de la energía “microeólica”, como contrapunto a los “proyectos faraónicos” que están hoy en marcha tanto en mar como en tierra. “Tenemos que ser capaces aprovechar el viento en las ciudades, y hacerlo con el menor impacto visual y ambiental posible”, asegura el inventor del molino sin aspas. “Creo que hay una ventana abierta a este tipo de tecnología, que lleva poco tiempo desarrollándose. Aunque todo evoluciona tan rápido en el campo de la energía que siempre hay un riesgo de llegar tarde”.

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