Nuestra casa, la escuela, el lugar de trabajo o incluso la calle y los edificios públicos forman parte de nuestra vida cotidiana. En estos espacios interiores es donde pasamos el 90% de nuestro tiempo. Y, aunque a veces no nos demos cuenta, la arquitectura es un elemento que puede condicionar la vida de las personas.
Fuente: La Vanguardia
La arquitectura consiste en idear, diseñar y construir edificios y otras estructuras en las que se desenvuelven las actividades humanas, que, a su vez, deben ser funcionales, perdurables y estéticamente valiosos para favorecer la felicidad de las personas. La esencia de esta disciplina es construir espacios de vida a través del diseño y teniendo en cuenta la sostenibilidad, entre otros aspectos. Por ello, la historia de la arquitectura va de la mano de la evolución del ser humano y se ha ido adaptando a cada momento histórico.
Es aquí cuando nos damos cuenta y comenzamos a plantearnos qué tan sostenible tiene que ser la arquitectura que conforma nuestros edificios que es, al fin y al cabo, el espacio donde pasamos la mayor parte de nuestro tiempo. ¿Influyen en nuestra salud? ¿Cómo necesitamos que sean? ¿Tenemos que adaptarnos a ellos o más bien tenemos que adaptarlos a nosotros mismos?
La arquitectura y la salud son dos conceptos que caminan de la mano. Eso se debe a que la arquitectura debe responder a unas necesidades básicas que se adapten al concepto de salud.
La salud es un “estado de completo bienestar físico, psíquico y social”, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esto significa que, para ser una persona saludable o gozar de buena salud, no solo sirve no estar enfermo, sino que hay muchos otros aspectos que deben tenerse en cuenta, como las relaciones sociales o cómo nos puede afectar el entorno en el que vivimos para garantizar el confort.
Siguiendo la definición de confort que da el Institut d’Estudis Catalans (IEC) y para garantizar que este se cumpla en nuestro hogar, debemos sustituir todo aquello que nos cause molestia o incomodidad y distribuir los elementos de nuestra vivienda de manera que supongan un mayor bienestar físico.
El hogar es una necesidad básica y es importante a la hora de plantearse el concepto de salud, ya que puede beneficiar o perjudicar a las personas. Los diversos confinamientos domiciliarios causados por la pandemia de la Covid-19 así lo han evidenciado.
Para lograr ser sostenibles en casa es favorable alcanzar una buena temperatura y confort térmico, logrando un equilibrio entre los recursos pasivos, que vienen de la luz del sol; y los activos, que se dan mediante los sistemas de climatización. En cuanto a la iluminación, es importante que predomine la luz natural. Además, también son importantes otros conceptos como la humedad, la composición del aire y la ventilación, el sonido o la acústica, entre otros.
Por otro lado, la arquitectura, y, de manera específica, el hogar, nos enraíza en la presencialidad: en un mundo cada vez más digital, favorece la conexión con el entorno físico al acercarnos a un contexto material y tectónico que nos envuelve y al que debemos cuidar. Un mejor diseño y arquitectura de la vivienda ayudará siempre a las personas a conectar emocionalmente con su día a día.
¿Qué podemos hacer para mejorar la sostenibilidad en nuestro espacio?
Durante el confinamiento domiciliario que dejó la pandemia del coronavirus, la ciudadanía ha sido más consciente y ha mostrado mayor importancia en cómo está la vivienda en la que habitan: el diseño, el aprovechamiento, si está cuidada, si hay cosas que podrían mejorarse, etc.
Debemos corregir el estado de nuestros edificios, su estructura, el aislamiento de sus fachadas, la protección de las ventanas frente el sol directo de verano y muchas otras estrategias. Para conseguirlo, debemos buscar arquitectos que nos ayuden a cuidar nuestros espacios, al igual que los médicos cuidan de nuestra salud.
Actualmente, es obligatorio que los arquitectos realicen la Inspección Técnica de la Edificación (ITE) para poder conocer el estado de salud de nuestros hogares. También es necesario realizar el Certificado de Eficiencia de nuestros Edificios (CEE) para poder saber el consumo que vamos a necesitar para vivir en condiciones saludables de confort. Al igual que ocurre con todos los electrodomésticos, según la letra, sabremos el estado en que se encuentra nuestro hogar. Si tenemos una A, será un hogar eficiente, y, en cambio, si tenemos una F, será un edificio con necesidad de ser rehabilitado.
Por otro lado, la calle es como una extensión de la casa, según explican los expertos de COAC. Por tanto, se debe trabajar para convertirla en un espacio mucho más agradable, sostenible y adaptado a las personas. Las autoridades deben valorar qué tan importante es la calle para la ciudadanía, pero a su vez, los ciudadanos tienen que reflexionar sobre qué importancia le dan al espacio público.
Los arquitectos de COAC hablan de ir más allá del concepto de calle, que habitualmente lleva a debates sobre la amplitud de la vía o los carriles para los vehículos, y creen que es necesario medir y valorar también elementos como la calidad ambiental, la intensidad de las actividades que se producen, fortalecer el comercio de proximidad o la densidad de habitantes que hay en la calle.
Otro espacio importante en nuestro día a día son las escuelas. En el colegio es donde los niños, niñas y adolescentes pasan gran parte de la jornada, por ello, existe una necesidad de adaptar los centros educativos, generando y construyendo espacios inclusivos que soporten los diferentes modelos pedagógicos.
El edificio escolar debe representar un espacio de referencia en el barrio para la comunidad educativa de jóvenes y adultos. Es importante que se adapte y permita acoger diversas actividades simultáneas, que puedan desarrollarse con el paso del tiempo. Por ello, es necesario transformar los centros escolares para conectar la vida interior con el espacio exterior, así como transformar espacios, como es el patio, para que sea parte del aprendizaje pedagógico y represente a toda la comunidad educativa.
En definitiva, es necesario analizar el valor que le dan las personas a los espacios y en el uso que hace cada persona de su propia casa, su ciudad y su escuela. Detectar qué partes de nuestro espacio habitual no nos generan confort es clave para poder mejorarlos, siempre desde el punto de vista de la arquitectura sostenible y la renovación urbana.