Invasiones, guerras y epidemias han ido moldeando nuestro mundo construido y cambiando nuestra realidad a lo largo de la historia. Hoy, más que nunca, surge una interrogante interesante que nos permite preguntarnos por el papel que juega la arquitectura contemporánea y cómo debiera adaptarse a este nuevo mundo, de nuevos códigos, pos-Covid 19.
Fuente: La Tercera
Desde diseñar viviendas más flexibles, pensadas en ser usadas muchas más horas al día, por más personas y en más situaciones diferentes, hasta hospitales mejor preparados para recibir a grandes cantidades de personas con enfermedades contagiosas. Hay un inmenso desafío de cómo tendremos que adaptar nuestros espacios privados y públicos para que sean más preventivos e higiénicos. De ahí que el título de la próxima Bienal de Arquitectura de Venecia 2021 sea “¿Cómo viviremos juntos?”, considerando la emergencia climática y de salud pública actual.
Desde fines del s. XIX se levantan nuevos cuestionamientos sociales y del modo en que nos relacionábamos con nuestro entorno. La higiene pone sobre la mesa el hacinamiento, la salud mental y física de las personas. Tenemos ejemplos como ‘el Gran Hedor’ de Londres, 1858, cuando la ciudad se vio invadida por el olor del río Támesis, vertedero por siglos de desechos humanos, animales e industriales y que queda al descubierto. Se debió purificar el río y drenar la ciudad, pues se pensó erráticamente que era el olor del agua la causa de la enfermedad, y no las bacterias que vivían en ella. El famoso miasma. Vuelve en Europa el trazado hipodámico, o de damas, que facilitaba la instalación de alcantarillados. Las ciudades que por siglos fueron amuralladas se abrieron, dando paso al viento.
En Europa, y en plena prevención de la tuberculosis, los arquitectos y diseñadores se lanzan a diseñar hospitales, sanatorios y viviendas de grandes ventanales, con amplias terrazas, donde la escuela Bauhaus juega un rol fundamental.
Y es que la tuberculosis se transformó casi en una obsesión. Recién en 1882 Robert Koch descubrió su causa, que era contagiosa y capaz de acumularse en el polvo. Antes solo se trataba con aire de montaña y rayos de sol. Con el nuevo descubrimiento el foco cambia: eran las casas las que estaban enfermas. Alfombras, cortinas, tapicerías, muros oscuros, roperos y lugares donde se acumulaba el polvo son eliminados con la idea de sanear los espacios. Eso que Le Corbusier denominó las ‘alegrías esenciales’. Pero la higiene no solo fue una determinante para la arquitectura. También fue una poética. Edificios blancos, iluminados, pulcros, eran la personificación de una estética de la salud”.
Le Corbusier escribiría “Los cinco puntos de la arquitectura moderna”, donde su Villa Savoye es la máxima expresión, y los resume: el uso de pilotis, que elevan los cimientos para alejar los gérmenes y sustituye los muros estructurales por pilares de hormigón armado, permitiendo que la planta baja se transforme en un espacio despejado y destinado a las circulaciones, en una perfecta relación del edificio con su entorno urbano y dejando el nivel de tierra en función de las comunicaciones, suprimiendo así la humedad, y donde el jardín pasa por debajo del edificio y ocupa su terraza. La planta libre, donde el edificio no tiene restricciones en su uso interior (permitido por la eliminación de los muros estructurales, haciéndolo independiente de la distribución de la estructura). El diseño libre de la fachada, ahora de una delgada piel. La ventana horizontal, que atraviesa la fachada a todo lo largo, iluminando las habitaciones equitativamente, y la quinta fachada, renunciando al techo inclinado o en aguas y permitiendo darle un uso doméstico y accesible. El aporte esencial de Le Corbusier consiste en una decodificación de sus teorías. Muchísimos edificios posteriormente respetarían estos ‘cinco puntos de la arquitectura moderna’.
El movimiento moderno fue un actor clave en la construcción cultural de Chile en el siglo XX. Al principio en obras privadas, pero luego sus principios urbanos y paisajísticos fueron adoptados por el proyecto modernizador del Estado que comenzó tras los conflictos sociales de principios del siglo pasado. Y fue durante el gobierno de Pedro Aguirre Cerda (1938-1941), el primero de los tres gobiernos radicales, donde el Estado asume completa y definitivamente su rol como proveedor de la sociedad, donde en su programa se explicitaba el cariz social que su gobierno llevaría, a través de su lema de campaña “gobernar es educar”, dejando claramente establecido que sus principios apuntarían directamente al área social, interviniendo y proveyendo.
A cargo de la Corvi y la Cormu se proyectan unidades que representaban los ideales modernos, con su perfecta interacción entre espacio privado y espacio público, construyendo lo que podríamos denominar un espacio común, capaz de acoger a los habitantes y dar cabida a sus actos, promoviendo la vida en comunidad y la interacción social. Parques, estanques de agua, pajareras, canchas de entrenamiento, formaban parte de los proyectos. Lamentablemente la eliminación de estas corporaciones que promovían por ley el diseño de estos espacios perimetrales de recreación y convivencia frenó su expansión y, junto a los avances de la ciencia -que con los años han permitido opciones más avanzadas de tratamientos y vacunas-, el uso de la arquitectura y el diseño de la ciudad para tratar las enfermedades infecciosas disminuyó.
Pero hoy, paradójicamente, nos encontramos en la misma situación. La arquitectura por sí sola no será la solución a todos nuestros problemas, pero contribuye a humanizar los espacios que habitamos. Debemos unir urbanismo, diseño y ciencia, donde temas como la privacidad, la necesidad de espacios más flexibles, transportes menos riesgosos como las bicicletas, distancias más cortas, sean discutidos para conseguir una mejor calidad de vida para todos.