La fascinante idea de transformar el árido desierto del Sahara en un mar ha cautivado a la mente de ingenieros y visionarios durante más de dos siglos. Entre las propuestas más llamativas, destaca la creación de un lago salado gigantesco y el uso de bombas atómicas para conseguirlo.

Fuente: Sacyr

El Sahara es el desierto cálido más grande del mundo y uno de los lugares más secos de la Tierra. A lo largo de la historia, ingenieros y visionarios han soñado con una idea tan audaz como utópica: crear un mar o un lago interior en esta vasta región. Los proyectos más destacados buscan conectar el desierto con el océano a través de canales o depresiones. Investigamos los entresijos de las propuestas más llamativas.

Cómo conectar el desierto con el océano

El ingeniero escocés Donald Mackenzie propuso inundar la cuenca de El Djouf, en la actual Mauritania, en 1877. Creía que la zona estaba suficientemente por debajo del nivel del mar para conectarla con el Océano Atlántico con un canal de 644 kilómetros. Así pretendía crear un mar

interior de alrededor de 155.400 kilómetros cuadrados (aproximadamente el tamaño de Irlanda). “El fallo en su propuesta era que estaba completamente equivocado sobre la elevación de El Djouf, que en realidad está a unos 320 metros sobre el nivel del mar”, cuenta Simon Whistler, de Megaprojects. A ello se suma que Mackenzie no recibió mucha inversión pese a la gran cobertura en la prensa que recibió su proyecto.

La idea de crear un mar en el Sáhara plantea importantes desafíos técnicos y ambientales. Crédito: Megaprojects.

El desafío de crear un lago salado gigantesco

El diplomático francés Ferdinand Marie, Conde de Lesseps, desarrolló el Canal de Suez. Esta emblemática infraestructura unió el Mar Mediterráneo con el Mar Rojo en 1869 y cambió el tráfico marítimo internacional. Tras su construcción, Lesseps se convirtió en un ídolo. Tanto que la opinión pública francesa lo bautizó como le grand français (el gran francés, en español). Lesseps quiso seguir soñando con otro gran proyecto y se asoció con el geógrafo militar François Élie Roudaire para crear un mar interior gigante en el desierto del norte de África.

El plan ganó fama internacional. Su intención era conectar el Golfo de Gabès, en el Mediterráneo, con el Chott el Jerid, un lago salado estacional en Túnez que está seco la mayor parte del año. Pretendían hacerlo a través de un canal que tendría 190 kilómetros de largo. El mar resultante tendría una profundidad media de 23 metros y una superficie de unos 5.000 kilómetros cuadrados. Roudaire afirmó que “el Sahara es el cáncer que corroe a África”. “No podemos curarlo; por lo tanto, debemos ahogarlo”, escribió según reecoge el portal Big Think.

El Chott el Jerid se encuentra seco la mayor parte del año. Crédito: Wikimedia Commons.

De Lesseps convenció a la Academia de Ciencias de la viabilidad del plan y el gobierno francés otorgó a Roudaire un presupuesto de 35.000 francos para realizar un estudio. Los resultados no fueron los esperados: había bastantes áreas que no estaban por debajo del nivel del mar. Si bien Roudaire intentó salvar el proyecto alargando el canal y reduciendo la zona a inundar, los científicos e ingenieros franceses se opusieron por las malas condiciones geográficas y geológicas y el alto coste de llevar a cabo el proyecto.

Bombas atómicas para convertir el Sahara en un oasis

El Proyecto Plowshare fue una iniciativa de la Comisión de Energía Atómica de Estados Unidos para explorar los usos pacíficos de la energía nuclear. El objetivo era provocar explosiones con bombas nucleares en proyectos civiles e industriales, como la creación de puertos y canales. En este caso, se pretendía crear un canal que permitiera inundar la depresión de Qattara, en el noroeste de Egipto, para generar electricidad. Sin embargo, el uso de detonaciones nucleares pacíficas fue prohibido por varios tratados internacionales y el Proyecto Plowshare se interrumpió en 1977.

La prueba nuclear Sedan, realizada en 1962 como parte del Programa Plowshare, fue una detonación que dejó una marca en el desierto de Nevada. Crédito: Administración Nacional de Seguridad Nuclear de Nevada.

Este tipo de proyectos nos obligan a reflexionar sobre los límites de la ingeniería. Más allá de los aspectos técnicos y logísticos, también generan importantes debates sobre la ética y la sostenibilidad. Inundar el Sáhara podría tener un gran impacto en los ecosistemas y las comunidades que allí habitan, además de implicar un consumo colosal de recursos. Si bien la creación de un mar en el Sahara podría impulsar el comercio y la economía, ¿el precio ambiental y social sería demasiado alto?

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