La neurociencia ambiental es un campo emergente dedicado a estudiar el impacto de los entornos sociales y físicos en los procesos cerebrales y en el comportamiento de sus usuarios.
Fuente: Plataforma Arquitectura
Desde las diversas oportunidades de interacción social hasta los niveles de ruido y el acceso a espacios verdes, las características del entorno urbano tienen importantes implicaciones para los mecanismos neuronales y el funcionamiento del cerebro, influyendo así en nuestro estado físico integral. Este campo ofrece además una imagen diferente de cómo las ciudades influyen en nuestra salud y bienestar, proporcionando una nueva capa de información que podría ayudar a los arquitectos, planificadores urbanos y a los responsables de la toma de decisiones, a crear entornos urbanos más equitativos.
La diferencia entre la psicología espacial y la neurociencia ambiental es precisamente el objeto de estudio. Mientras que la psicología espacial estudia el impacto del entorno en el comportamiento, los pensamientos y los sentimientos, la neurociencia ambiental estudia cómo el entorno influye en los procesos biológicos, el cerebro y el sistema nervioso. La neurociencia ambiental utiliza técnicas de imagen cerebral, máquinas de seguimiento ocular y modelos estadísticos para cuantificar la relación y las interacciones entre el individuo y el entorno. En comparación con la psicología ambiental o espacial, este campo es relativamente nuevo y circunscribe un amplio abanico de temas.
Otra interacción entre el diseño y la neurociencia es la neuroarquitectura, un campo interdisciplinar que pretende medir los cambios en el cerebro y el cuerpo ocasionados por la interacción con el espacio construido. Al mismo tiempo, el neurourbanismo abarca desde la neurociencia a la arquitectura, el urbanismo y la sociología. El objetivo de éste es “comprender los retos de salud mental que plantea la vida en la ciudad”. Dentro de estos campos emergentes, variados y superpuestos, la neurociencia se está abriendo camino en el ámbito de la arquitectura y el urbanismo, con la perspectiva de informar sobre el desarrollo de estas políticas y crear así entornos construidos más saludables.
En los últimos años éste ha adoptado un enfoque más centrado en las personas, lo que ha incentivado una comprensión más amplia de cómo las personas perciben y responden a su entorno. El Centre for Design and Health de la Universidad de Virginia utilizó la electroencefalografía móvil (EEG) para explorar “lo que ocurre en el cerebro mientras se navega por la ciudad”. De este modo se lograron registrar esencialmente las emociones y comportamientos desencadenados por el entorno construido en los sujetos de estudio. Al probar nuevas herramientas y métodos de análisis urbano, el proyecto de investigación tiene como objetivo comprender cómo los diferentes espacios urbanos propician ciertas actividades específicas, o bien, cómo éstos influyen directamente en el bienestar a través de elementos como el arte público.
Es comúnmente aceptado que los espacios verdes de las ciudades son fundamentales para el bienestar de los ciudadanos. Sin embargo, el Laboratorio de Neurociencia Ambiental de la Universidad de Chicago, descubrió que incluso breves interacciones con entornos naturales -como pasear por el parque- pueden mejorar la memoria y la atención en un 20%. Este impacto cuantificable en la productividad, puede tener implicaciones para el diseño de los entornos de trabajo o de los centros educativos. La pandemia ha puesto en relieve la importancia del acceso a espacios exteriores, y a medida que las ciudades han hecho ajustes en la asignación de los espacios públicos, la desigualdad ambiental se ha hecho dolorosamente evidente. Los estudios han demostrado que el acceso a las áreas verdes puede ayudar a disminuir las brechas de salud relacionadas con la inequidad socioeconómica; por lo tanto, aunque abordar la desigualdad de ingresos no está dentro de las atribuciones de los arquitectos y diseñadores urbanos, la profesión puede abordar el problema mediante la provisión de más y mejores áreas verdes en las comunidades de bajos ingresos.
Por otra parte, aunque las ciudades tienen una mayor prevalencia de problemas de salud mental que las zonas rurales, otro estudio realizado por el Laboratorio de Neurociencia Ambiental de la Universidad de Chicago, puso de manifiesto cómo las grandes ciudades fomentan menores tasas de depresión en comparación con los pueblos pequeños o los suburbios. Esto fue atribuido a la frecuencia de las oportunidades de interacción social dentro del espacio público, escenario que los arquitectos y urbanistas buscan constantemente facilitar y predisponer a través del diseño. La investigación realizada antes de la pandemia, aporta nuevas perspectivas en torno al éxodo de las ciudades hiper densificadas catalizadas por la misma y a sus repercusiones a largo plazo. Éstas se traducirían no sólo en la vida urbana en sí, sino también en el bienestar de sus habitantes.
Lo que urbanistas y pensadores como Christopher Alexander, William H. Whyte o Jahn Gehl han descubierto a través de una cuidadosa observación, la neurociencia ambiental lo confirma a través de datos científicos. Dado que la arquitectura y el urbanismo se están convirtiendo en empresas colectivas y transdisciplinares, y que el proceso de diseño se nutre de campos de conocimiento cada vez más diversos, la neurociencia medioambiental ofrece otra experiencia profesional en la que basar las decisiones de diseño y las políticas urbanas. La investigación realizada en este campo emergente pretende influir en el diseño de entornos físicos para optimizar así la salud mental y física y el bienestar.