Probablemente todos los que vivan en una gran ciudad deben haber soñado alguna vez con vivir completamente aislados, en una casa entre los árboles o en una playa desierta.

Fuente: Plataforma Arquitectura

Durante la pandemia y los interminables meses de cuarentena, muchos tuvieron la misma idea. Por muy romántico y seductor que pueda parecer, esto conlleva algunos desafíos prácticos importantes. Difícilmente renunciaríamos a las pequeñas comodidades a las que estamos tan acostumbrados, como abrir un grifo o cargar nuestro teléfono celular. Si la ubicación es remota, es posible que no tengamos acceso a electricidad, agua potable, gas, alcantarillado y recolección de residuos sólidos. Pero existen varias posibilidades para alcanzar una vida con comodidad y sin vecinos. ¿Cuáles son las principales soluciones y cómo puede un proyecto arquitectónico proporcionar una vida fuera de la red?

Vivir off-the-grid o fuera de la red, significa que todo lo que la casa consume y produce es como un ecosistema que debería poder cerrar sus ciclos. El saldo nunca puede ser negativo. Es decir, si la casa consume más de lo que produce, no hay posibilidad de pagar más, como estamos acostumbrados en las ciudades. Al mismo tiempo, si sobra algo, significa que fue insuficiente y se desperdiciaron recursos. Sin la infraestructura urbana que nos proporciona las instalaciones diarias, una casa o comunidad autosuficiente debe poder proporcionar todos los medios para vivir localmente.

Aunque la energía eléctrica es lo primero que viene a la mente, el suministro de agua es vital para nuestra supervivencia. Para obtener agua, es necesario prever una de las tres fuentes más comunes: un cuerpo de agua cercano (un lago o un río), un pozo, o agua de lluvia recolectada. El agua de pozos artesianos o sistemas de agua de lluvia debe pasar por un sistema de filtrado antes de ser utilizada para su consumo. Para bombear agua desde una cisterna subterránea, un lago o para alimentar algunos dispositivos de filtrado, la energía eléctrica es indispensable.

Para generar electricidad en sistemas fuera de la red, el sol y el viento son las fuentes renovables disponibles. Los sistemas eólicos residenciales son más costosos, pero pueden ser buenas opciones cuando las condiciones climáticas son favorables. Este sistema está compuesto básicamente por un aerogenerador, que captura la energía cinética del viento a través de hélices, transformándola en energía eléctrica. Sus baterías almacenan la energía y abastecen la demanda en ausencia de viento. Otro componente esencial es el inversor, que transforma la corriente continua (CC) de esta energía almacenada en corriente alterna (AC), apta para su uso en electrodomésticos y otros equipos. Los pequeños aerogeneradores generan hasta unos 100 kW.

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Pero la forma más común de obtener electricidad es a través de la energía solar. Según GOGLA (Asociación Global para la Industria Solar Fuera de la Red), la industria solar off-the-grid ha crecido enormemente en los últimos 10 años, convirtiéndose en un mercado vibrante de $1.75 mil millones al año. Con una curva de crecimiento sólida, actualmente atiende a 420 millones de usuarios en todo el mundo. Por supuesto, esto no solo incluye a los ermitaños en potencia. Hay 840 millones de personas en el mundo que todavía carecen de acceso a la electricidad y más de mil millones viven conectados a redes poco confiables. La energía solar fuera de la red también podría servir para una variedad de usos productivos, como bombas de agua solares (SWP), almacenamiento refrigerado o maquinarias de procesamiento de alimentos.

Un sistema fotovoltaico aislado de la red se compone de varias partes. Primero, el conjunto de paneles solares captura la radiación del sol y la convierte en energía eléctrica. Esta energía irá a un controlador de carga, que sirve para alargar la vida de las baterías, haciendo que siempre reciban las cargas adecuadas. También es responsable de cargar y descargar las baterías. Tanto las baterías como los paneles fotovoltaicos deben estar conectados al inversor, lo que permitirá el aprovechamiento de energía eléctrica en corriente alterna, ya que los paneles producen energía en corriente continua.

Otra preocupación de la arquitectura fuera de la red está relacionada con los residuos. Los residuos sólidos orgánicos se pueden convertir en abono y los sólidos reciclables deben enviarse a los destinos adecuados. Sin los sistemas urbanos que nos alejan de nuestros residuos, los ocupantes se enfrentarán por primera vez a la enorme cantidad de residuos que se producen en un edificio.

La preocupación por los residuos generados es fundamental, sobre todo para evitar que contaminen las mismas fuentes de agua que se utilizan para abastecernos. En relación a las aguas residuales, existen algunas opciones para un tratamiento adecuado. La opción más común para el tratamiento de aguas residuales en lugares donde no hay red es la fosa séptica. La operación es simple: las aguas residuales ingresan al pozo, donde se asentarán los residuos sólidos, formando una costra en la superficie. Las aguas residuales permanecerán entre las capas, fluyendo hacia un sumidero. Las bacterias que viven dentro del tanque séptico digieren la fracción orgánica, lo que ayuda a eliminar los sólidos y la mayor parte del olor. Las aguas residuales se filtran lentamente hacia un lecho de grava y tierra debajo. A pesar de realizar un tratamiento primario, su eficacia es baja y limitada, pudiendo contaminar el suelo y generando olores desagradables. Además, puede requerir de un vaciado periódico, lo que puede resultar complejo en construcciones remotas.

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