Si bien ya hemos coexistido en el pasado con otras catástrofes, hasta ahora no habíamos vivido esta situación de aislamiento físico/social, fronteras cerradas, ciudades encapsuladas, ciudades paralizadas y vacías.

Fuente: La Razón

Sin lugar a dudas, la intervención del hombre ha sido fundamental para el desarrollo como para la destrucción de los centros urbanos, y esta no es la primera vez ni será la última que las ciudades y las condiciones urbanas sufran transformaciones tanto en sus formas de habitarlas, como en sus costumbres y disciplina, en sus normas y nuevos planteamientos.

La planificación urbana tuvo su rol esencial al momento de la reconstrucción de las ciudades, la Primera Guerra Mundial dio por concluida la cultura “fin de siglo”, y precisamente la Segunda Guerra fue el punto de partida para los cambios trascendentales para el urbanismo del siglo XX, principalmente para embellecerlos y por el auge que generaron las innovaciones tecnológicas de la Revolución Industrial, traducidas en nuevos tejidos y tramas urbanas. Esta ideología progresista desde finales del siglo XIX favoreció a mejorar las condiciones físicas de las áreas urbanas, provocando significativas transformaciones en el modelo territorial y urbanístico.

Durante este “modernismo” se comenzaron a materializar las nuevas aportaciones teóricas y transformaciones urbanas, así es como surgen los planteamientos de la ciudad lineal por Valentin Knight, la ciudad jardín por Ebenezer Howard, y se desarrollan las primeras “utopías urbano-tecnológicas” del grupo inglés Archigram y los metabolistas japoneses.

Muchos de estos estilos de principios ideológicos triviales pusieron durante los años 80 en la palestra mundial al “posmodernismo” y con ella los Planes de Tokyo, de La Habana y de Filadelfia con el objeto de transformar la imagen de estos centros urbanos; aparecen también ciudades como Abuja, Brasilia, Chamdigarh, Dacca, Naipyidó y Putrajaya.

Aldo Rossi decía que: “Las catástrofes no ocasionan cambios urbanos por sí mismas sino que aceleran las transformaciones que ya se estaban imaginando”, y con la caída del Muro de Berlín en 1989, el mundo cambió nuevamente impulsando el establecimiento de ciudades más ordenadas, equitativas socialmente hablando, mejor estructuradas y duraderas; se conforman escalas y categorías de ciudades como “megalópolis”, “megaciudades” y “ciudades globales” gracias a la concepción urbana de la “globalización”.

Si bien ya hemos coexistido en el pasado con otras catástrofes, hasta ahora no habíamos vivido esta situación de aislamiento físico/social, fronteras cerradas, ciudades encapsuladas, ciudades paralizadas y vacías; nos hemos dado cuenta de que aún somos un país con deficiencia en infraestructuras y carencia de servicios, y que aún existen grandes grupos de desigualdad y pobreza. Intentar volver a la normalidad no será fácil y mucho menos continuar con lo que existía inicialmente.

Para 2050 se estima que el 72% de la población mundial vivirá en ciudades, incrementando el riesgo de propagación de nuevas epidemias, y las condiciones físico infraestructurales siempre han sido resultado de las distintas catástrofes. Los romanos fueron los pioneros en adoptar medidas higiénicas con su sistema de alcantarillado, baños públicos, sistemas de agua corriente y no lograron obtener buenos resultados; aún en la Edad Media no existían baños, ni la más mínima higiene, lo que los obligaba a abanicarse para disipar el mal olor y no por el calor.

La posglobalización y el tardo capitalismo de los cuales ya se estaba especulando en este “supermodernismo”, ahora serán una realidad; a partir de ahora existe un antes y habrá un después, tendremos que pensar en nuestro futuro desde la metamorfosis del presente, para crear diversos escenarios futuros y forjar herramientas claves para definir acciones estratégicas para las ciudades del futuro.

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