El hormigón es uno de los materiales más utilizados en la construcción debido a su resistencia y durabilidad. Sin embargo, entender sus propiedades tanto en su estado fresco como endurecido es esencial para asegurar una correcta ejecución de los proyectos. Conocer estos aspectos permite optimizar su rendimiento y garantizar la estabilidad y longevidad de las estructuras.
Fuente: Constructivo
El hormigón, en su estado fresco, es una mezcla maleable de cemento, agua, áridos y aditivos, que se adapta a diversos moldes y formas. En esta fase, las propiedades más relevantes son su trabajabilidad, consistencia y tiempo de fraguado. La trabajabilidad permite que el hormigón sea fácil de manipular, vertir y compactar, mientras que la consistencia influye directamente en la calidad del acabado y la resistencia final del material.

En su estado endurecido, el hormigón adquiere características clave como la resistencia a compresión, durabilidad y estabilidad dimensional. Es en esta fase donde el hormigón demuestra su capacidad para soportar cargas, resistir la acción del clima y no sufrir deformaciones a lo largo del tiempo. Además, factores como la relación agua-cemento, el tipo de áridos y la temperatura ambiental juegan un papel fundamental en el desarrollo de sus propiedades.
A través de un adecuado control y comprensión de estas propiedades, se pueden realizar mezclas más eficientes y con mayores garantías de calidad, reduciendo riesgos y costos innecesarios en las obras.