CDT El concepto de sostenibilidad aplicado a la ciudad está camino a la obsolescencia, hemos acuñado este término para casi todo lo que queremos hacer, pero el verdadero impacto se logra cuando trascendemos esta idea y aprovechamos cada oportunidad de intervención urbana para implementar acciones de re-naturalización.
Fuente: Plataforma Arquitectura
En esta columna de Víctor Torres, director y cofundador de CityMakers, habla sobre la importancia de repensar la ciudad y su relación con la naturaleza.
El concepto de sostenibilidad aplicado a la ciudad está camino a la obsolescencia, hemos acuñado este término para casi todo lo que queremos hacer, y darle así un aparente aire de respeto por lo que llamamos naturaleza, pero el verdadero impacto se logra cuando trascendemos esta idea y aprovechamos cada oportunidad de intervención urbana para implementar acciones de re-naturalización y por consiguiente dotar a la ciudad de atributos que la conduzcan a ser más resiliente.
El hombre transforma frecuentemente el territorio, principalmente producto de la actividad constructiva del hábitat; estas transformaciones acumuladas y por consiguiente la reorganización frecuente de las relaciones ecológicas que establecemos, nos aleja del objetivo de “sostenibilidad”. Si hacemos un barrido histórico de los territorios que ocupan nuestras ciudades hoy, podremos notar que además de los cambios físicos evidentes en el paisaje, las relaciones de los seres que la habitamos distan bastante de las que teníamos años atrás. No se trata entonces de sostener una visión romántica del pasado, pero sí de entender y asumir ese pasado como parte del ecosistema que hemos modificado y emprender acciones para permitir su regeneración.
Los efectos cada vez más evidentes del cambio climático en entornos urbanos y los cambios en la conciencia colectiva de los últimos años han desencadenado importantes avances en la preocupación por la conservación de la naturaleza y del espacio que habitamos. Las ciudades han empezado a encaminar su discurso hacia “ciudades más verdes”, y al menos el concepto de “verde en la ciudad” se ha empezado a posicionar como elemento clave en algunas de las operaciones urbanas; en algunas ciudades españolas, por ejemplo, en los últimos años el concepto de re-naturalización ha empezado a tomar fuerza: los proyectos del anillo verde en Victoria Gasteiz o el frente del río Manzanares en Madrid son algunos ejemplos conocidos.
Más recientemente, en los meses de confinamiento por la pandemia del Covid-19, el cierre de los parques nos dejaron por lo menos un par de conclusiones interesantes, la primera: la naturaleza empezó a crecer de forma silvestre y a recuperar de forma “salvaje” su espacio en lugares que dejaron de frecuentar los ciudadanos y segundo: algunos indicadores de biodiversidad se dispararon, en Barcelona por citar un ejemplo según fuentes del gobierno local: las mariposas en algunos espacios verdes de la ciudad como Monjuïc se multiplicaron. Ahora bien, la clave puede estar en responder las preguntas sobre ¿qué tipo de verde urbano o de infraestructura verde vamos a implementar en la ciudad? ¿qué tipo de acciones debemos tomar para lograr un impacto real?
El impacto positivo real vendrá cuando la “infraestructura verde” se coloque en el centro de las intervenciones urbanas, pero no parques o redes de espacios verdes de grama y árboles, concebidos desde una óptica puramente estética, sino que las intervenciones de ciudad se conviertan en “piezas de reajuste, restauración y regeneración de los ecosistemas”. Trascender el concepto de sostenibilidad implica: recurrir a la memoria, re-pensar las relaciones ecológicas y tomar acciones que permitan re-naturalizar la ciudad y por consiguiente dotar a los espacios urbanos de atributos encaminados a la resiliencia.
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