Rehabilitar edificios que no tuvieron que demolerse son parte de los proyectos surgidos en la región del Biobío, impulsados por la economía circular: un concepto que en palabras simples consiste en el crecimiento económico sin desechos.
Fuente: La Tercera
Un laboratorio en Concepción aportó el conocimiento que contribuyó a rehabilitar el edificio Aníbal Pinto, en el centro de Lota, investigación que benefició a 19 familias y a una ciudad completa. Evitar demoler un edificio -que también tiene valor patrimonial- y construir uno nuevo permitió ahorrarle varias toneladas de CO2 extra a la atmósfera, ya que el cemento genera una tonelada de este gas de efecto invernadero por cada tonelada producida.
Ese “ahorro” es un ejemplo de economía circular, un modelo de producción y consumo que implica compartir, arrendar, reutilizar, reparar, renovar y reciclar materiales y productos existentes todas las veces que sea posible, extendiendo el ciclo de vida de los productos. En esta línea, investigaciones a nivel mundial han permitido, por ejemplo, desarrollar un hormigón que en su mezcla tiene microorganismos que lo autorreparan cuando se agrieta.
“La Economía Circular es una respuesta al mundo que estamos viviendo y que se contrapone a la economía lineal, que nació con la revolución industrial y que aún se mantiene: esa necesidad de crear bienes para el uso del ser humano y la sociedad, y luego desecharlos. Era tal el beneficio, que la atención se centró en el objeto que queríamos crear y no en los efectos”, define el académico Mario Sánchez, especialista en economía circular de la Universidad Andrés Bello (UNAB) de Concepción.
“No teníamos una dimensión clara del planeta. Pensábamos que era capaz de absorber residuos en forma indefinida. Pero ahora sabemos que no lo es, entonces la economía circular plantea un nuevo paradigma de desarrollo, con una propuesta restaurativa y regenerativa”, agrega Sánchez, remarcando una premisa que ayuda a terminar de entender el concepto: “La basura es un invento humano… la naturaleza no genera residuos”. Sánchez se especializó en Europa, continente que lleva la delantera en este modelo de desarrollo, que significará para ellos una reducción del 32% del consumo del material primario para 2030 y un 53% para 2050.
La academia también está asumiendo el desafío: la Universidad Andrés Bello inicia el 29 de octubre la segunda versión de su Diplomado en Economía Circular, que dirige Mario Sánchez. A cargo de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Andrés Bello, este diplomado busca comunicar y capacitar a la comunidad sobre esta nueva tendencia, sus propósitos y su impacto en el desarrollo. Su objetivo es entregar las herramientas necesarias para entender el rol fundamental de la ingeniería y otras áreas del conocimiento en un desarrollo futuro sostenible para la humanidad, a través de cursos en áreas específicas de esta rama profesional, así como otras complementarias en la enseñanza del área social.
Uno de los académicos de este diplomado es Manuel Chávez, máster en Rehabilitación y Patología de Estructuras, quien busca reducir la producción y el consumo de cemento, que es la base del hormigón, material con el que se construyen hogares, puentes, edificios y un infinito etcétera. ¿Patología de estructuras? Sí, porque el hormigón también se enferma. Y, si no se revisa y mantiene, se muere. Y esa “muerte” puede terminar con una construcción convertida en escombros. “Hay estructuras en las que uno ve degradación del hormigón. Entonces lo mejor es estudiar esa estructura, determinar su patología, que por ejemplo puede ser la carbonatación en las zonas costeras, y eliminar esa patología. Así aumentamos su vida útil y evitamos una demolición”, dice Chávez.
Los estudios del profesional van más allá: “Estamos aplicando criterios de economía circular al hormigón para que sea más durable. Hacemos investigación, innovación y desarrollo”.