Esta localidad fundada a principios del siglo XVII es un ejemplo de conservación de la arquitectura tradicional y de las costumbres de la Noruega rural. Así, con más de 2.000 construcciones de madera perfectamente mantenidas, este conjunto histórico declarado Patrimonio Mundial por la Unesco ha pasado a ser un activo centro de atracción, el cual está basado en la recuperación del pasado y en la sustentabilidad de su futuro.

Fuente: Madera21

Hay sitios en el mundo que, debido a su asombrosa conservación, dan la sensación de que realmente uno se ha transportado a una época pasada. Tal es el caso de Roros, la ciudad de madera más antigua de Europa. Un pueblo noruego fundado a principios del siglo XVII que se ha hecho célebre por sus construcciones con el material y su gran estado de preservación, atesorando uno de los conjuntos patrimoniales más importantes de ese país y del continente, que, de hecho, forma parte de los sitios declarados Patrimonio Mundial por la Unesco desde 1980.

Roros_El pueblo minero que se transformó en la ciudad de madera más antigua de Europa

“Completamente reconstruido después de su destrucción por las tropas suecas en 1679, Røros contiene alrededor de 2.000 casas de madera de uno y dos pisos y una fundición. Muchos de estos edificios han conservado sus fachadas de madera ennegrecida, lo que le da al pueblo un aspecto medieval”, describe la Unesco.

Historia y arquitectura local

La iglesia Ringebu es uno de los atractivos en madera de la zona / Mus Mikaela

En cuanto al pueblo en sí, éste fue fundado durante el reinado de Cristián IV, entre 1588 a 1648. El pretexto para levantarlo fue una enorme veta de cobre hallada junto a la antigua granja de Roraas, perteneciente a un hombre que descubrió el tesoro por casualidad, llamado Hans Olsen Åsen. De esta forma, la naciente ciudad minera atrajo a una nutrida población que quiso trabajar en ella, asentándose con sus familias y creando este poblado dominado, casi de manera absoluta, por antiguas edificaciones con el material.

Si se pudiera hacer una analogía con el cuerpo humano, las casas de madera de este pueblo son el corazón de Roros, ya que, a partir de ellas, se despliegan una serie de venas y tejidos que alimentan y nutren la zona, dotándola de buena salud. Como muestra, los viejos edificios levantados con esta materia prima se han transformado en un activo centro turístico, los cuales han mutado en hospedajes, tiendas, restaurantes y otra serie de atracciones, organizadas, siempre, en torno a la idea de un turismo sustentable.  

En 2013, Roros obtuvo la certificación de Destino Sostenible por su compromiso de reducción del impacto medioambiental del turismo y por la preservación del medio ambiente de la zona, especialmente por lo construido en madera, definiéndose como un auténtico museo al aire libre y una parada obligatoria para todo aquel que tenga la oportunidad de visitar Noruega.

Roros se ha hecho célebre por sus construcciones y estado de preservación / Lars Geithe

Una de sus particularidades de su arquitectura vernácula es que cuenta con techos elaborados a partir de turba. Un material orgánico constituido por elementos procedentes de la descomposición de vegetales, dándole un aspecto aún más natural y rústico que visibiliza el concepto de sustentabilidad en cada una de ellas. 

Un dato no menos relevante acerca de la localidad es que ésta fue destruida por parte del ejército sueco en 1679, lo que conllevó a un trabajoso período de reconstrucción que, al día de hoy y tal como declaraba la Unesco, conserva aproximadamente 2.000 casas de madera. Las mismas ostentan troncos embreados y untados con brea, que ilustran y le hacen adoptar ese talante de ciudad medieval tan acogedor y único que hoy da la vuelta al mundo.  

Algunos ejemplos de su arquitectura

Una estructura servía de campanario para marcar el inicio y fin de los turnos mineros /  F.L.R

Desde su fundación, Roros contaba con su propio torrente para separar a los trabajadores más humildes de las familias más adineradas, sirviendo como frontera entre ambos mundos. A un lado, Sleggveien, barrio destinado a los mineros y sus familias y, en el otro, Bergstaden, sitio donde se construyó la iglesia Ringebu y se acumularon las casas de las familias más elegantes. 

El paisaje urbano está compuesto por grandes edificios de hasta tres pisos; muchos pintados de fuertes colores y creando un conjunto de gran belleza plástica. Deteniéndose en la iglesia, se podría decir que es el orgullo del pueblo dada su magnitud como su prestancia ante los visitantes. Ésta, como era de esperar, está construida con madera y tiene capacidad para albergar a unas 1.600 personas. 

Otro gran ejemplo de sus elevaciones históricas es Røros Kobberverk. Una organización que logró la carta real que otorgaba la explotación de las riquezas mineras existentes en un radio de 40 kilómetros, en torno a la mencionada vieja granja de Hans Olsen Åsen, puesto que el lugar destinado a sus directivos se sitúa un par de palmos por encima del púlpito. Los trabajadores, en tanto, utilizaban las galerías superiores, ocultos a las miradas de los ricos.

Otro de los sitios vinculados es el Slegghaugan, un sector parecido a un paisaje lunar que está formado por la acumulación de escorias mineras en las afueras del pueblo, siendo declarado monumento histórico. En él, se pueden visitar las antiguas fundiciones de cobre a través del Rorosmuseet, institución que divulga y custodia la historia del lugar a través de un patrimonio conservado minuciosamente. Dentro de éstos, se encuentra el Hyttklokka, una pequeña estructura hecha de madera que servía de campanario para marcar el inicio y fin de los turnos de fundición. 

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