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El MIT presenta ec³: un hormigón supercondensador que soporta carga, almacena energía y monitorea su propio estado estructural.
Investigadores del MIT desarrollan un hormigón conductor que almacena 10 veces más energía
Octubre 23 - 2025
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3 minutos de lectura
Fuente: EcoInventos
El hormigón conductor de electrones, conocido como ec³, representa un salto disruptivo en la forma en que concebimos los materiales de construcción. Tradicionalmente visto como un elemento pasivo en nuestra infraestructura, el hormigón ahora se perfila como un almacén de energía viable, gracias a los avances logrados por el equipo del MIT. Esta nueva generación de hormigón integra nanocarbono negro, agua, cemento y electrolitos, creando una red interna capaz de acumular y liberar electricidad, sin dejar de cumplir su función estructural.
La última mejora en el desarrollo del ec³ ha multiplicado por diez su densidad energética, lo que reduce significativamente su volumen necesario. Si antes se requerían unos 45 m³ para abastecer una vivienda media, ahora basta con 5 m³, lo que equivale al volumen de un muro de sótano. Un avance que acerca este concepto al terreno de la viabilidad práctica y económica.
Multifuncionalidad: una nueva era para el hormigón
El verdadero valor del ec³ no está solo en su capacidad de almacenar energía, sino en su potencial como material multifuncional. En lugar de ver el hormigón como un simple soporte estructural, los investigadores lo están convirtiendo en un componente activo del sistema energético urbano.
Este enfoque no es meramente experimental. Ya se han construido prototipos funcionales, como arcos autoportantes que alimentan luces LED y los primeros módulos que suministran energía a ventiladores y consolas. Además, se ha utilizado en Sapporo (Japón) para calentar aceras en invierno, eliminando la necesidad de sal y reduciendo el impacto ambiental del deshielo.
Electroquímica con visión sostenible
Uno de los aspectos más prometedores del ec³ es su adaptabilidad a diferentes electrolitos, incluidos algunos tan accesibles como el agua de mar. Esto abre la puerta a aplicaciones en entornos marinos o costeros, como estructuras de soporte para parques eólicos offshore. El uso de sales de amonio cuaternario y acetonitrilo como electrolitos orgánicos ha permitido almacenar más de 2 kilovatios-hora por metro cúbico, suficiente para alimentar un frigorífico durante un día entero.
Todo esto se ha logrado sin comprometer la durabilidad del material, lo que plantea una alternativa sostenible frente a las baterías tradicionales, cuya fabricación depende de minerales críticos como el litio o el cobalto, con un alto coste ambiental y social.
Infraestructura que se autocontrola
Durante las pruebas con un arco de ec³, los investigadores notaron que la intensidad de la luz conectada variaba cuando se aplicaba más peso. Este fenómeno, lejos de ser una limitación, revela una función adicional: la autodetección estructural. El hormigón podría convertirse en un sensor pasivo, capaz de informar sobre su estado de salud en tiempo real. En escenarios como puentes o túneles, esto permitiría anticipar fallos estructurales sin necesidad de dispositivos externos.
Hacia una infraestructura energética distribuida
El siguiente paso es ambicioso, pero tangible: integrar el ec³ en carreteras, plazas de aparcamiento y viviendas autosuficientes. En combinación con energías renovables como la solar o la eólica, permitiría almacenar energía localmente, reduciendo la dependencia de redes centralizadas y facilitando la resiliencia energética en zonas remotas o afectadas por desastres naturales.
Los investigadores del MIT ya trabajan en aplicaciones concretas como pavimentos que cargan vehículos eléctricos mientras están estacionados o fachadas activas que almacenan energía durante el día y la liberan por la noche. La posibilidad de que edificios completos funcionen fuera de la red eléctrica se convierte así en una alternativa factible.
Potencial
El desarrollo del ec³ llega en un momento clave. Mientras las ciudades crecen y la demanda energética se dispara, la necesidad de soluciones integradas y sostenibles se vuelve urgente. Esta tecnología ofrece varias vías realistas para avanzar:
- Reducir la dependencia de baterías contaminantes, al integrar la acumulación de energía en los materiales constructivos.
- Aprovechar infraestructuras ya existentes, como puentes, aceras y fachadas, para convertirlas en fuentes de energía distribuidas.
- Facilitar el autoconsumo y la descentralización energética, especialmente en zonas con acceso limitado a redes eléctricas.
- Aumentar la resiliencia urbana, dotando a edificios y espacios públicos de capacidad energética propia en caso de cortes o emergencias.
- Incorporar funciones inteligentes en la construcción, como la detección temprana de tensiones o daños estructurales mediante señales eléctricas.
Más que un simple material, el ec³ representa una nueva forma de pensar el entorno construido. En lugar de consumir recursos, nuestras casas, calles y estructuras podrían empezar a producir, almacenar y gestionar energía de forma activa. Una evolución que no solo es técnicamente posible, sino ambientalmente necesaria.
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