“Aplicábamos calor durante una hora, por ejemplo, y luego al enfriarse, la parafina iba soltando ese calor a lo largo del día y así ayudaba a mantener una temperatura estable en el edificio”, nos explica este investigador del CSIC. Esta es, en su opinión, “una cualidad prometedora que permite capturar la energía cuando está disponible, algo que podemos hacer para aprovechar la intermitencia de las energías renovables”, explica.
Para maximizar la eficiencia del sistema, es importante tener en cuenta la orientación del edificio y de sus ventanas –empleadas para la ventilación nocturna y consiguiente enfriamiento del MCF–, tal y como señala un estudio reciente realizado en el departamento de Ingeniería de la Construcción y Energía del Instituto de Tecnología húngaro. Por otro lado, investigadores como Ruíz, están buscando en sus experimentos potenciar la capacidad que tiene el MCF para absorber calor añadiendo pequeños metales a microescala, que le dan un extra de conductividad térmica. “Son metales, además, fáciles de encontrar en la naturaleza y asequibles, como el óxido de cobre”, nos cuenta.
El equipo de Nazaret Ruíz está trabajando en un nuevo proyecto con materiales de cambio de fase orgánicos y biológicos, como el aceite de coco o el aceite de palma, “que tienen un precio asequible para los laboratorios y son más sostenibles que los derivados del petróleo”. Su idea es aplicarlos en forma de láminas, en un panel transparente y flexible. Estos paneles con aceite en su interior, se colocarían en la parte exterior o interior del muro de una edificación, dependiendo del clima: “Cuando son climas cálidos, el material de cambio de fase cumple mejor su función de climatización si está en la parte exterior del muro y, cuando son fríos, al revés”, explica.
Diciembre 4 - 2025
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