Más de 25 mil chilenos y chilenas de cuatro regiones se encuentran en este minuto damnificados por las inundaciones. Paradójico y contradictorio si recordamos que en la última década el país enfrenta la mayor sequía de su historia, con más del 70% de su población en mayor o menor medida afectada.
Fuente: Arcadis
Columna: Francisco Valdivieso, Líder del Área de Consultoría y Sostenibilidad en Arcadis
Los impactos del cambio climático nos siguen mostrando un amenazante incremento en frecuencia e intensidad de eventos extremos, que al mismo tiempo producen una gran variación en la disponibilidad y distribución del recurso hídrico.
Esto impone enormes desafíos desde el ámbito de la gestión del vital elemento, las que van desde la resiliencia de la infraestructura actual hasta la necesidad de captar recursos para momentos de escasez. Y es que el agua es un insumo clave para múltiples actividades económicas, sobre las que Chile basa su desarrollo.
Las proyecciones futuras no son optimistas en términos de controlar el aumento global de las temperaturas, ante lo cual –sumado a seguir profundizando las acciones de mitigación– se requiere de una capacidad de adaptación basada en la colaboración y los consensos. El país deberá avanzar con agilidad y flexibilidad para hacerse cargo de una situación que será apremiante en el largo plazo, si no queremos transitar “de catástrofe en catástrofe”.
En este contexto, el diseño territorial, las políticas públicas y la resiliencia de su infraestructura surgen como ejes prioritarios. En este último foco, por ejemplo, los retos no solo apuntan a que nuestras carreteras puedan resistir los embates de la naturaleza, sino también en cómo podemos impulsar obras para captar, almacenar y finalmente utilizar esos recursos en el futuro, o simplemente desviar. En el diseño de ciudades, por ejemplo, deberemos evaluar los escenarios futuros, valorando también el concepto de construcción con la naturaleza, desde el que surgen obras como las plazas inundables: zonas que acumulan aguas lluvias para su posterior distribución.
Es cierto que, con una parte significativa del país bajo el agua, probablemente esta sea una conversación que podamos considerar como algo “no urgente”, pero resultará fundamental que demos la prioridad necesaria, aún en momentos de emergencia, para desarrollar oportunamente nuevas y más efectivas estrategias de adaptación. El cambio climático ya está aquí, y estamos viendo desde la primera línea el monumental poder de la naturaleza.
En el país ya están ocurriendo experiencias que buscan asimilar el escenario, tanto a nivel de políticas públicas y nuevas regulaciones, como desde la incorporación de tecnologías para fines productivos en materia hídrica. También desde el fomento a nuestra capacidad de investigación, en busca de comprender mejor el escenario que enfrentamos. Todo esto, y más, debe seguir fortaleciéndose, con el propósito de hacer una mejor adaptación a la crisis.