Mediante el uso de varios formatos del material, el proyecto busca potenciar el desarrollo de los deportes náuticos para la comunidad universitaria. Una obra que apunta a ser un ícono valdiviano debido a su visible ubicación y que pretende estar operativa en mayo de 2021.
Fuente: Madera21
Valdivia. Capital de la Región de Los Ríos y una de las ciudades chilenas favoritas para vivir según encuestas. Algunas, incluso, alcanzan el 86%. ¿La razón? Sus fantásticos paisajes naturales, su intensa vida cultural y su famosa selva valdiviana, la cual es una de las mayores biodiversidades del planeta. Con este antecedente, ¿cómo sería construir una obra que pueda ser vista desde la costanera principal y, también, desde su puente más importante? Ése es justamente el escenario en el que se vieron enfrentados los arquitectos Cristian Valderrama y Eric Arentsen, académicos del Instituto de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Austral de Chile (UACh) y profesionales a cargo del diseño del Centro Náutico UACh.
Según cuenta el mismo Cristián Valderrama, “la idea se inicia a partir de la necesidad institucional por potenciar a través de una infraestructura deportiva el futuro desarrollo y práctica de los deportes náuticos a nivel recreacional y competitivo para la comunidad universitaria. Para esto se invita a un concurso de arquitectura donde los requerimientos principales se centran en las características técnicas más que espaciales, dado que el emplazamiento escogido está en una situación privilegiada, visible de la costanera de la ciudad y desde el puente Pedro de Valdivia. Sin embargo, técnicamente hablando, los estudios realizados en terreno y el mapa de calidad de suelos de Valdivia clasifican al lugar dentro de los peores en sus propiedades mecánicas”, explica.
Justamente debido a esas condiciones, se tuvo que dar la primera partida para construir las variables de diseño de la propuesta; siempre considerando la búsqueda de un edificio que tuviera presencia desde la ciudad, que fuera un ícono y que lograra un encuentro con el paisaje. Uno que, por las características mecánicas del suelo, trajo consideraciones estructurales especiales, pero que estéticamente brindó una renovada relación con el humedal y con el río, entorno inmediato de la construcción. Todo aquello llevó a plantear una estructura cuya expresión arquitectónica fuera liviana, que emulara al mundo náutico y que, más que un edificio, pudiera ser visto como una nave descansando en tierra a punto de zarpar.
Debido a los malos resultados del suelo en los estudios y, ante las mencionadas variables de diseño ante esa realidad, es que hubo que ser muy cuidadosos con el ítem de la estructura de la obra. Allí, justamente, la madera emergió como gran opción, pues con ella pudieron lograr estructuras bastante más livianas que en acero u hormigón, lo cual fue un requerimiento fundamental para un terreno que ya mecánicamente era muy exigente.
Por otro lado, la madera resaltaría los atributos espaciales del edificio; la cubierta exterior, su bóveda, la aludida estructura y las diagonales que la arriostran (contienen y sujetan), elementos que también hacen referencia a la arquitectura naval. En cuanto al tipo de madera, todas, tanto dentro como fuera de la construcción, son de pino radiata en distintos formatos. Esto es: laminadas, sólidas (cepillada y en bruto), placas terciadas y OSB, entre otros.
Sin duda, otro de los puntos valiosos al optar por esta materia prima tiene que ver con las ventajas. Según Valderrama, en el caso del Centro Náutico, el gran plus del material tiene que ver con la enorme aceptación cultural que tiene; observación que traspasa lo meramente constructivo y entrega un interesante prisma. “Cuando construimos con madera hay un vínculo inmediato con los usuarios. Ellos se sienten bien; lo atribuimos a sus cualidades lumínicas. Al respecto creemos que aún no hay investigaciones en el ámbito de los sentidos y las propiedades moleculares de la madera que puedan afirmar algo así, pero esperemos que algún día si lo podamos afirmar”, profundiza.
Con una inversión institucional de 1613 millones de pesos, el edificio mide aproximadamente 13 x 50 metros y diez de alto. Para hacernos una idea, el pabellón posee un complejo de fundaciones aisladas de hormigón que simulan un puerto seco y la estructura soportante se constituye de 17 marcos curvos de madera laminada; más otra estructura auxiliar perimetral mixta de acero y madera en las fachadas norte y sur.
Al interior, el pabellón se divide en tres secciones, destacando la sala de botes (270 m2), la salida al río a través del muelle, la rampa y el botadero. También, en la sección poniente, se ubica el gimnasio (115 m2) y la sección central tiene dos pisos con revestimiento en terciado marino. En el primero se desarrollan los programas de camarines, baños y enfermería y en el segundo una sala de reuniones (42 m2), una sala multiuso (31 m2), dos oficinas y una kitchenette. De hecho, gracias a los amplios ventanales interiores ubicados en esta área, los programas del segundo nivel tienen contacto visual con la primera planta y con el paisaje. Así, se privilegia una amplia vista desde las oficinas al río y a la sala de botes y, por el otro extremo, las salas tienen vista al gimnasio y al lado poniente del humedal.
El total de construcción es de 806 m2 y, aunque el gran porcentaje de los materiales fueron madera y vidrio, los requerimientos estructurales de la cubierta conllevó a utilizar pilares y diagonales de acero perimetrales como estructura auxiliar para poder absorber las cargas requeridas.
Para llevar a cabo este proyecto, la colaboración de las unidades institucionales de la UACh fue clave. Destacar, sobre todo, a la Dirección de Infraestructura y Desarrollo Físico, a la Dirección de la Oficina de Coordinación de Proyectos de Infraestructura Institucional y a la CEDERE (Centro de Deportes y Recreación). Su contribución, sumado al trabajo de la constructora local Oyarzo Kramm, ha logrado que, de no mediar imprevistos, el Centro Náutico esté operativo a principios de mayo de este 2021.