Ideado para 28 departamentos de diferentes medidas y para múltiples espacios comunitarios, este tipo de viviendas colectivas en madera busca tener un mínimo impacto ambiental en la elección de los materiales y en la vida útil de la construcción. Con un sistema de funcionamiento absolutamente sustentable, La Borda obtuvo el primer lugar en la categoría “Arquitectura Emergente” del destacado certamen europeo.
Fuente: Madera21
Cada vez que se recibe un premio es una señal de que las cosas se están haciendo bien. Tal es el caso de la cooperativa de viviendas La Borda. Un edificio construido principalmente de madera, que ha materializado una alternativa en el complicado sector de acceso a la vivienda, basado en la copropiedad y la cogestión de recursos. De esta forma, además de ser la primera alternativa real a la compra o el alquiler, su trabajo para generar infraestructuras comunitarias para la sostenibilidad de la vida —como herramienta clave para la transición ecosocial— desencadenó en la adjudicación del premio Mies van der Rohe. El galardón de arquitectura contemporánea más importante de la Unión Europea.
El reconocimiento —bautizado así en honor a Ludwig Mies van der Rohe, arquitecto y diseñador industrial germano-estadounidense y uno de los pioneros de la arquitectura moderna— adquiere aún más valor al constatar que las obras presentadas fueron 532 y más de 40 países los que participaron. Siendo triunfadores en categoría “Arquitectura Emergente”, el proyecto está basado en la copropiedad y la cogestión de recursos. De hecho, en el año 2018, se convirtió en el primer edificio —de obra nueva— de covivienda en Barcelona, construyéndose en un solar cedido por el Consistorio en el barrio de La Bordeta. Así, tanto la construcción como el diseño fueron realizados por la cooperativa de arquitectos Lacol, edificándose con criterios de sostenibilidad y en madera.
“La Borda intenta ser de mínimo impacto ambiental, tanto en la elección de los materiales como en la vida útil del edificio”, adelanta Ernest Garriga, arquitecto de Lacol a cargo del proyecto. Al momento de abordar la madera en la mencionada construcción, el profesional explica que ésta “empieza en el suelo de la planta primera hasta la planta sexta, en sistema de muros y forjados de CLT. La madera comienza levantada del suelo y los espacios habitables, donde nos permite aprovechar mejor las prestaciones de este material, tales como la mejora del aislante térmico, la construcción sin puentes térmicos, y la regulación higrométrica, permitiendo reducir mucho la sensación de bochorno en los meses calurosos, lo que en un clima como el de Barcelona es una importante mejora”.
Tipo de madera y metodología constructiva utilizada
Tal como cuenta Garriga, la voluntad del equipo a cargo era intentar comprar la madera más próxima posible para, así, reducir el impacto en el transporte. De esta manera, se optó por pino radiata procedente del País Vasco Español y, respecto al sistema de construcción, se inclinaron por un sistema prefabricado de CLT. ¿La razón? Su diseño con exactitud y el levantamiento 3D para concretar todas las piezas de la estructura, tal como si fuera un puzle.
“Este sistema acelera muchísimo los tiempos de la construcción de la estructura. En un total de seis semanas, la estructura de seis plantas y 3.000 m2 estaba levantada. Además, la velocidad de la construcción juega a favor de los costos de la madera comparados con la estructura de hormigón. Al mismo tiempo, el acabado que ofrece el producto de CLT, aun pidiendo uno industrial y no visto, es de mucha calidad y permite dejar la estructura a la vista, ahorrando en revestimientos”, señala el arquitecto.
El edificio La Borda consta de 28 viviendas de diferentes medidas y de múltiples espacios comunitarios, tales como cocina, comedor, habitaciones de invitados, lavandería, sala polivalente, patio interior y dos terrazas exteriores; una de ellas cubierta y ajardinada.
En cuanto a su estructura, se origina a partir de un gran patio central que da acceso a todas las viviendas. Algo así como el corazón de la edificación, el cual funciona como lugar de encuentro que da acceso a todos los departamentos. Y como dato relevante, podemos decir que la obra se plantea en madera contralaminada en casi su totalidad y consigue cambiar la normativa urbanística del área metropolitana de Barcelona, respondiendo a la voluntad de la cooperativa de ser de bajo impacto ambiental.
Deteniéndose en el aludido rol cooperativo, éste se crea para proponer una alternativa de acceso a la vivienda en el contexto barcelonés, urbe donde los precios de compra o alquiler están obligando a los habitantes que reciben rentas bajas o medias a salir de esas fronteras en busca de oportunidades más baratas. Así, justamente para evitar lo anterior, fue que en 2014 se consiguió un preacuerdo de cesión de solar municipal para poder construir, oportunidad que Lacol, apostando por el cooperativismo y la horizontalidad, materializó con el diseño arquitectónico.
El reto no era menor, pues el edificio debía representar una alternativa ambiciosa que lograra acompañar la filosofía de vida del grupo de habitantes, los cuales pedían viviendas sostenibles, una construcción de bajo impacto ambiental, espacios comunitarios, flexibilidad en las tipologías y una orgánica relación con el entorno. En total, son 62 socios y socias habitantes; sin contar con un grueso de colaboradores —más de 200 personas— que dan soporte al proyecto.
Concepto de sostenibilidad y valor del premio ante propuesta “anticorriente”
Si ya es reconfortante cuando el trabajo es reconocido, en esta ocasión, el hecho de haber obtenido el premio van der Rohe tras sentir que se remaba en dirección contraria a la mayoría, lo es todavía más. De hecho, el mismo Ernest Garriga califica como “totalmente inesperado” el triunfo, pues, tanto al universo arquitectónico como al conjunto de la sociedad, les costaba abrir caminos y normalizar ciertas alternativas radicales para proponer cambios. Las mismas que son el núcleo de todo el trabajo que realizan.
Por ejemplo, al hablar de sostenibilidad, ellos prefieren definirla como “sostenibilidad de la vida”, un concepto más amplio y más concreto al remitirse al usuario final. De esta manera, los cuidados a las personas, la perspectiva de género, la participación de los usuarios y la economía entendida como su costo de vida, se pone al mismo nivel que la economía global de la promoción, la eficiencia energética, el cálculo estructural u otros vectores comunes en todos los proyectos. En síntesis, Lacol no entra en el proceso como arquitectos externos con un encargo, sino que desde el principio tiene un papel en la concepción inicial de la promoción; en este caso, especializándose en proyectos de cooperativa de vivienda.
“Este reconocimiento quiere decir que nuestro discurso transformador ha llegado muy lejos y es aceptado de forma amplia. Entendemos que se premia nuestro esfuerzo, innovación y nuestros riesgos y eso, después de todo el camino, nos emociona muchísimo”, finaliza Garriga con satisfacción.