Los materiales de construcción más primitivos del mundo se utilizan para crear los edificios más avanzados. Ante la crisis medioambiental, los arquitectos centran sus esfuerzos en diseñar mejores entornos construidos para las personas y el planeta.
Fuente: ArchDaily
Los resultados pueden parecer a menudo un “lavado verde”, que no aborda la raíz del malestar ecológico. La arquitectura responsable con el medio ambiente no debe aspirar a revertir los efectos de la crisis ecológica, sino a instigar una revolución en los edificios y en cómo los habitamos. Los ensayos del libro The Art of Earth Architecture: Pasado, presente, futuro prevén un cambio que supondrá un salto filosófico, moral, tecnológico y político hacia un futuro de resiliencia medioambiental.
La industria de la construcción parece tener la cabeza en el pasado, todavía muy dependiente de la innovación de la era industrial. A menudo, con el pretexto de la racionalidad, los materiales de construcción industrializados siguen utilizándose de forma excesiva, lo que acerca a la sociedad al cambio climático. La fabricación de materiales industriales es un agente de contaminación ambiental. Algunos materiales, aunque se comercialicen como sostenibles, requieren mucha energía para crearlos o mantenerlos. La producción de residuos también puede variar entre los materiales de construcción, cuyo impacto medioambiental puede ser considerable.
La salud pública también se ve amenazada por los materiales industriales y sus procesos de fabricación. Incluso los materiales “naturales” pueden ser intrínsecamente inseguros. El amianto, un mineral natural y un carcinógeno identificado, ha sido responsable de la muerte de miles de personas en todo el mundo. Los materiales de construcción pueden afectar a la salud durante varias fases del ciclo de vida del edificio, desde su fabricación y ocupación hasta su demolición y eliminación. Por desgracia, la mayoría de los productos de construcción con sustancias químicas nocivas son baratos, flexibles y fáciles de aplicar y mantener. La industria está fuertemente subvencionada, con lo que se mantiene el uso de estos materiales.
El impuesto sobre el carbono impuesto al sector de la construcción pretende persuadir financieramente a los constructores para que abandonen el uso de materiales convencionales nocivos. Aunque este planteamiento tiene sus méritos, sigue siendo urgente promover materiales de construcción más naturales y ecológicos, en lugar de los que más contaminan y afectan a la salud pública. Lo que el sector de la construcción -y la sociedad en general- necesita es un cambio social y económico que dé prioridad al planeta.
En su libro Eco-Economy: Building an Economy for the Earth, el analista medioambiental Lester R. Brown destaca la necesidad de diseñar “una economía de nuevos materiales” utilizando las tecnologías existentes en materiales naturales como la tierra, la paja, el bambú y la madera. “El socialismo se derrumbó porque no permitió que los precios dijeran la verdad económica. El capitalismo puede colapsar porque no permite que los precios digan la verdad ecológica”, afirma.
Hacia un capitalismo verde
El capitalismo verde, o ecocapitalismo, reconoce que el capital y los beneficios dependen por igual de la protección del medio ambiente y la sostenibilidad. El sector de la construcción puede allanar el camino hacia el capitalismo verde adoptando modelos que sitúen a las personas y al planeta junto a los beneficios. El uso de materiales ecológicos tiene un efecto dominó en el diseño de los edificios y las ciudades, abordando los problemas medioambientales a escala de la unidad. Sin embargo, para lograr todos los beneficios de la arquitectura verde junto con la funcionalidad y la rentabilidad, se requiere un fuerte nivel de integración del diseño.
Los materiales ecológicos también desempeñan un papel crucial en la misión del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU de reducir las emisiones mundiales de CO2. Los materiales de origen natural no requieren métodos de fabricación de alto consumo energético, a diferencia de los producidos industrialmente. Su insignificante huella de carbono ayuda a controlar el consumo de energía, a desarrollar las energías renovables y a construir economías locales circulares.
Para un cambio hacia el capitalismo verde, es necesario un profundo conocimiento de los materiales naturales, especialmente en sus contextos locales. Los nuevos materiales se complementan con el redescubrimiento de los antiguos, como la tierra apisonada, las balas de paja, el bambú y la piedra, todos ellos no tóxicos, seguros, duraderos y versátiles. Al mismo tiempo, hay que reexaminar las habilidades ancestrales de generaciones de constructores para sentar las bases de las prácticas de construcción vernáculas modernizadas.
Hacia una economía circular
La construcción circular es una palabra de moda: todos los productores de materiales afirman hoy en día que son circulares. Sin embargo, en la práctica, las tasas de reciclaje en todo el mundo están por debajo del 9%, sin que haya suficiente material secundario para satisfacer la demanda. La economía circular redefine la forma en que el mundo consume y produce bienes y servicios. Es un marco económico, pero también social, que busca un cambio en el consumo de recursos finitos y busca eliminar los residuos y la contaminación. La transición a la arquitectura natural ha cobrado protagonismo en las conversaciones sobre diseño, haciendo hincapié en la reutilización, la reparación y el reciclaje de materiales.
Los retos medioambientales están impulsando la investigación sobre el uso de recursos recogidos localmente y la sostenibilidad para fomentar la reutilización y el reciclaje de materiales. El ahorro de energía y las prácticas respetuosas inherentes a la arquitectura natural también pueden hibridarse utilizando la tecnología para optimizar las propiedades de los materiales. El potencial de la última generación de materiales de construcción de base biológica impulsará la transición hacia un entorno construido neutro en carbono, saludable y circular.
Las sociedades deben preservar y reforzar las culturas arquitectónicas locales y promover una gama diversa de soluciones constructivas que puedan utilizarse en múltiples contextos y escalas. Esto requiere una revisión de nuestro modelo económico y social, revisando la relación entre el ser humano y su entorno. Los materiales naturales no sólo exigen una forma ecológica de construir, sino también una nueva forma de vivir.
Hacia un cambio de paradigma social
El ethos actual de la arquitectura “verde” es estrecho y se manifiesta como intentos tecnológicos de mejorar la eficiencia energética de un edificio. Este paradigma social, especialmente en la arquitectura, parece fijado en el movimiento modernista que construyó estructuras descontextualizadas y desvinculadas del entorno. La antigua armonía entre el ser humano y la naturaleza sigue siendo una reliquia del pasado, cuando podía navegar por un cambio social hacia un mundo ecológicamente equilibrado.
Una visión coherente del futuro de la civilización guía a pensadores como el arquitecto de la tierra Romain Anger, y la arquitectura verde desempeña un papel importante en ella. Anger subraya la necesidad de volver a nuestra antigua visión del mundo de los seres humanos como un todo integrado en la biosfera. “Los edificios del futuro deben estar vivos, hechos de tierra, producto de una economía circular, que consuma sus propios residuos y desechos como cualquier ecosistema vivo”, escribe.
El papel de la arquitectura en la lucha contra el cambio climático va más allá del control de las emisiones de los edificios o del uso de materiales sostenibles. Como dijo Winston Churchill, “Nosotros damos forma a nuestros edificios, después ellos nos dan forma a nosotros”. La arquitectura forma un marco en torno a cómo vivimos, nuestras acciones, nuestra salud y nuestras relaciones sociales. Para estimular un cambio en los valores de la sociedad, es vital cambiar la arquitectura que determina nuestro comportamiento cotidiano.
La revolución verde supondrá un cambio en las estructuras económicas y sociales, y por tanto influirá en el entorno construido. La arquitectura ecológica no es un único milagro, sino un elemento de una amplia gama de estrategias. Una forma de arquitectura verdaderamente ecológica puede y debe contribuir al próximo paradigma de transición medioambiental.