Acaba de inaugurarse en el Centro Pompidou de París una exposición sobre el director de Foster + Partners, de 87 años y ganador del premio Pritzker.
Fuente: Revista AD
Norman Foster es conocido por ser pionero en una arquitectura de alta tecnología. El futuro lo escribe él mismo
“Como arquitecto, diseñas para el presente teniendo en cuenta el pasado y para un futuro que es totalmente desconocido”, afirma Norman Foster, de 87 años y ganador del premio Pritzker. Este mantra le ha guiado a lo largo de su carrera durante las seis últimas décadas (y que es ahora objeto de una retrospectiva en el Centro Pompidou de París, hasta el 7 de agosto), dando frutos en forma de estructuras muy singulares alrededor de todo el mundo: desde la torre 30 St Mary Axe de Londres hasta el campus acristalado en forma de donut de Apple en Menlo Park (California).
Pionero de la arquitectura de alta tecnología, la obra de Foster es generalmente conocida por su enfoque de ‘dentro afuera’, de fachadas que revelan las estructuras de los edificios y sistemas que permiten interiores sin columnas (o casi sin ellas). Lo que también defiende, según deja claro la exposición de París, es la relación simbiótica entre la tecnología avanzada de construcción, el diseño a prueba de futuro y el medioambiente.
Una muestra con vistas al futuro
Comisariada por el crítico Frederic Migayrou y diseñada por el propio Foster, la muestra explora estos conceptos a través de 130 proyectos de Foster + Partners –su firma de arquitectura– que incluyen dibujos, bocetos, maquetas físicas y dioramas, fotografías y vídeos. Migayrou organizó la retrospectiva en siete temas: Naturaleza y urbanidad, Piel y huesos, Ciudad vertical, Historia y tradición, Urbanismo y lugares, Redes y movilidad y Futuro. Foster admite que ver un conjunto de su trabajo desde que fundó su empresa en 1967, le hizo darse cuenta de las conexiones visuales entre los diseños de los proyectos. Sin embargo, siempre ha hecho hincapié en la sostenibilidad y en el uso de un diseño flexible para conseguirla.
Por ejemplo, “el Jardín Botánico Nacional de Gales (2003) y la Casa del Elefante de Copenhague (2008) se hunden en el paisaje, respetando la naturaleza”, afirma el arquitecto. En cambio, fue la Torre Commerzbank de 1997, en Frankfurt, lo que convenció al jurado del premio Pritzker de Arquitectura para galardonarle en 1999 por “el rascacielos más alto de Europa y, posiblemente, el primero con conciencia ecológica”. Desde 2008, ese edificio funciona íntegramente con energía verde, y un diseño que sigue siendo innovador a día de hoy.
Nuevas investigaciones
Aunque su obra histórica ya ha contribuido mucho a la generalización del ‘diseño sostenible’, Foster está ahora mismo muy enfocado en la arquitectura de la próxima generación. ‘Anticiparse al futuro’ es uno de los principales motores de su trabajo. En colaboración con el Centro de Sistemas Nucleares Avanzados del MIT, está estudiando las aplicaciones urbanas de la energía limpia autónoma que proviene de microrreactores. Además, en la Bienal de Arquitectura de Venecia de este año, ha presentado experimentos con la empresa constructora suiza Holcim y su instituto de investigación sin ánimo de lucro, la Fundación Norman Foster, que muestran un nuevo hormigón bajo en carbono para crear viviendas para refugiados prácticamente al instante. Añadiendo agua al material colocado sobre un armazón reutilizable se obtiene una estructura sólida en un solo día.
“Antes de esta exposición, era mucho menos sensible a las raíces de mi filosofía sobre el diseño y a sus antecedentes en el pensamiento sistémico”, explica Norman Foster. “Cuando digo esto, parece que se trata de un proceso mecanicista. Nada más lejos de la realidad: la búsqueda es tanto del espíritu o el alma como de la materialidad del resultado final”. Lo que sí hace la búsqueda del alma de Foster es crear una arquitectura que mejore la vida de todos nosotros.