El concepto de sustentabilidad busca satisfacer necesidades del presente sin afectar las posibilidades de generaciones futuras, ideas que el sector está abordando mediante el uso de energías renovables y eficiencia energética.
Diversas empresas mineras ya han desarrollado proyectos que utilizan los beneficios de las energías eólica, fotovoltaica y termosolar.
Uno de los procesos a los que se debe prestar atención por su impacto ambiental, son los cierres de faenas, que gracias a la Ley N°20.551 cuentan con mayor fiscalización.

Desde el punto de vista de un proyecto minero, la sustentabilidad puede ser abordada bajo distintas ópticas. Por ejemplo, de acuerdo al Informe Brundtland de la Comisión Mundial del Ambiente y Desarrollo (Naciones Unidas, 1987), el desarrollo sustentable es una forma de “cumplir con las necesidades del presente sin comprometer las posibilidades de las generaciones futuras para lograr sus propias necesidades”. En forma similar el organismo de Recursos Naturales de Canadá (2001) ve en el desarrollo sustentable, “la integración de consideraciones ambientales, económicas y sociales, como la clave para asegurar el mantenimiento de la calidad de vida y continuación de la creación de empleo, sin comprometer la integridad del ambiente natural o la habilidad de generaciones futuras para cubrir sus propias necesidades”.

Por tanto, para el sector minero, la sustentabilidad pasa por aspectos técnicos, sociales, económicos y ambientales. Si bien, el siguiente artículo hará mayor hincapié en este último, es importante considerar los otros para dar un mejor entendimiento al concepto. En el caso de la sustentabilidad técnica, significa que el proyecto cuente con recursos geológicos, métodos de explotación, maquinaria adecuada, energía necesaria y agua, entre otros.

El aspecto social, en tanto, se refiere a la consideración de las comunidades donde resulta importante contar con sus aprobaciones al momento de desarrollar algún proyecto. Este ámbito aborda el reconocimiento de que las culturas y sociedades locales son diferentes y por tanto se pueden generar a su vez distintas necesidades y expectativas, así como fuentes laborales, actividades recreativas y culturales. Por su parte, la sustentabilidad económica significa que determinado proyecto cuente con recursos financieros y que además, genere utilidades.

Sustentabilidad ambiental y eficiencia energética

Cuando un proyecto cuenta con un correcto manejo de residuos industriales (desmontes, relaves, aguas de descarte) y además tiene planes de cierres realistas, ejecutables y que aseguren un abandono ambientalmente amigable, significa que el proyecto cuenta con este tipo de sustentabilidad. Este es el mayor desafío que debe enfrentar un proyecto, puesto que la comunidad generalmente ve a la minería como una actividad “sucia” y por eso se hace tan importante el tema relacionado con el respeto al impacto visual, cultural y al patrimonio histórico.

“La preocupación de las empresas mineras en el tema de la sustentabilidad también tiene relación con la existencia de compromisos internacionales de Chile como, por ejemplo, el 20/20, anunciado en Copenhague, donde el país deberá informar a través de sus comunicaciones Nacionales ante la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, su respectivo estado de avance en el tema”, explica Francisco Orrego Bauzá, subsecretario de Minería.

En general, los avances en sustentabilidad se pueden observar en todos los procesos de la actividad minera desde la evaluación y formulación de los proyectos hasta la operación y cierre de las faenas. De acuerdo a Paul Maidstone, director de Medio Ambiente de la gerencia de Medio Ambiente y Comunidad de Codelco, la implementación de mejores diseños, nueva tecnología y enfoques de gestión serían claves para mejorar el desempeño en sustentabilidad. “A través de una mejor gestión se abordan impactos como un menor uso de recursos (energía, agua) y gracias a un diseño adecuado, que optimice el uso de energía y permita controlarlo, se logran reducir nuestros consumos”, explica.

En el marco de la sustentabilidad, la eficiencia energética es un foco importante, puesto que la energía es uno de los insumos clave del sector. Debido a ello las mineras han  implementado algunas medidas desde hace varios años. “Codelco, por ejemplo, desde el 2006 tiene una norma interna que forma parte de su Sistema de Inversión de Capital, sobre la incorporación de criterios de eficiencia energética en el diseño de procesos productivos y especificación de equipos para los proyectos de inversión” detalla Orrego. El subsecretario agrega que hay otras iniciativas como el MAPS, a cargo del Ministerio del Medio Ambiente, en el que se analizan opciones de mitigación para enfrentar el cambio climático, donde la eficiencia energética es una de las opciones. “En este proyecto la industria minera está participando de manera activa a través del Grupo de Construcción de Escenarios y también de los grupos técnicos de trabajo convocados por MAPS”, cuenta Orrego.

En el ámbito de las energías renovables no convencionales (ERNC), la minería está participando en proyectos que se encuentran en estado de operación o construcción, lo que alcanza un total de 283 MW de capacidad. De acuerdo a datos entregados por el Ministerio de Minería, esto equivaldría a un 15% de la capacidad de generación ERNC en etapa de operación o construcción del país (1.776 MW a octubre de 2013).

Del total de proyectos mineros de generación eléctrica en operación o construcción, las energías renovables con mayor presencia son la eólica y la fotovoltaica. La primera alcanza una participación de un 52% en la generación de ERNC, mientras que el 48% utiliza tecnología solar fotovoltaica a través de paneles solares de silicio. Su uso se debe principalmente al potencial de estas fuentes de energía en la zona norte.

La industria minera está presente en varios de los proyectos energéticos de ERNC de Chile a través de diversas modalidades como contratos de largo plazo en el suministro de energía, participación importante de la propiedad, siendo dueños de los proyectos energéticos o promotores de estos, entre otros. “Debido al creciente consumo de energía por parte de la minería y a los altos costos de esta, se ha estado impulsando un esfuerzo para que la industria sea sustentable en el largo plazo, promoviendo una matriz de generación diversificada, innovadora, limpia y renovable”, comenta Orrego, agregando que, el desafío entonces pasa por seguir ese camino, aprovechando “principalmente las ventajas propias de la zona norte de nuestro país y las experiencias exitosas ya implementadas por algunas mineras”.

Impacto ambiental

Antes de revisar algunas de estas iniciativas, es importante considerar el impacto ambiental que puede generar un determinado proyecto; asunto que se debe tomar en cuenta a partir de la etapa de diseño. Desde su concepción misma, se analizan las variables que pudieran tener un impacto sobre el ambiente o las comunidades, para luego trabajar en un diseño que busque eliminarlos (escogiendo trazados que no tengan impacto sobre zonas de interés ambiental, por ejemplo). En el caso que no sea posible realizar lo anterior, la alternativa es identificar las mejores medidas de mitigación y compensación. “Lo principal es tener la certeza de que no exista ningún impacto significativo y justificar la inexistencia de aquellos efectos que requieren la elaboración de un estudio de impacto ambiental, como por ejemplo, el riesgo para la salud de la población, efectos adversos sobre la cantidad y calidad de los recursos naturales renovables, reasentamiento de comunidades humanas, alteración del valor paisajístico y de monumentos, entre otros”, explica Orrego. Según el subsecretario, también es necesario indicar la forma en cómo se cumplirán: la normativa ambiental, los permisos ambientales sectoriales aplicables, así como los antecedentes asociados a los requisitos y exigencias para el respectivo pronunciamiento, los que se detallan en el reglamento del Servicio de Evaluación Ambiental (SEA). “Independiente de lo anterior, se debe presentar una declaración o un estudio de impacto ambiental, donde es fundamental ser riguroso con las líneas base que se desarrollan y apoyarse con documentos metodológicos del SEA”, detalla Orrego.

Para Paul Maidstone en tanto, se debe destacar que “los compromisos que emanan de una autorización ambiental deben condecirse con los impactos generados e intentar buscar sinergia con otros proyectos, con el objetivo de obtener los mejores resultados y el mayor beneficio, tanto para el ambiente como para las comunidades”.

Ejemplos de proyectos

Varias son las experiencias realizadas para la minería que apuntan a potenciar el uso de energías renovables no convencionales. Es el caso, por ejemplo, del proyecto Calama Solar 3 de Codelco, ubicado en esa ciudad del norte. De acuerdo a Richard Aylwin, director de Energía Sustentable y Cambio Climático de la estatal, este proyecto es la primera instalación fotovoltaica industrial en Chile. “La generación eléctrica a partir de energía renovable está siendo cada vez más competitiva y quisimos conocer de cerca su desempeño. Por eso contratamos a Solarpack, que construyó un parque fotovoltaico de 1 MW en Calama y nos vende la energía en un contrato de largo plazo”, explica el profesional.

Otro proyecto materializado por decisión de Codelco es la Planta Termosolar Pampa Elvira, cuya energía se utiliza principalmente para el calentamiento de soluciones en la planta de electro obtención.

La planta se ubica en un terreno de 13 hectáreas al interior de la División Gabriela Mistral, cuenta con 2.620 paneles de 15 m² cada uno, distribuidos en una superficie de 90 mil metros cuadrados.

El aporte de la planta se traduce en 54.000 MWh/año calóricos promedio, desplazando sobre el 85% del combustible fósil. Con ello, División Gabriela Mistral deja de emitir 15 mil toneladas al año de CO₂. Asimismo, estamos desarrollando un Proceso de Manifestación de Interés para, en una primera etapa, conocer el detalle de los proyectos de generación fotovoltaica en torno a la División Salvador y el uso que se podría dar a nuestras instalaciones de transmisión en la zona”, indica Aylwin.

Según comentan desde la minera, para Codelco es también un desafío modernizar las instalaciones y desarrollar los proyectos estructurales que incorporan moderna tecnología y diseño para alcanzar el mejor desempeño en sustentabilidad. “A futuro los desafíos son continuar aplicando la innovación y la mejor gestión para hacer un uso más eficiente de la energía y el agua, recursos que hoy son vitales en términos de disponibilidad, impacto ambiental y costos para la industria”, detalla Maidstone.

Otros proyectos que incluyen el uso de diversas energías renovables, son los de Antofagasta Minerals en Minera Los Pelambres, ubicada en la cuarta región. El proyecto Parque eólico El Arrayán, emplazado en las cercanías de Tongoy, comuna de Ovalle, comenzó su construcción en 2012 y se espera esté listo este año. De acuerdo a la empresa “es el más grande de su tipo en Chile” y cuenta con una inversión inicial de US$270 millones. El parque de 44 aerogeneradores, tendrá una capacidad instalada de 115 MW, suministrando el 20% del consumo anual de Los Pelambres, equivalente a 280 GWh/año.

En el caso de Minera El Tesoro, se desarrolló un proyecto de energía solar en pleno desierto de Atacama, inaugurado a fines de 2012. Esta planta termosolar contó con una inversión de US$ 14 millones, donde se instalaron 1.280 módulos colectores con una capacidad de almacenamiento de 300 m³, ubicados en una superficie de apertura de 16.742 metros cuadrados. De acuerdo a Ignacio Ovalle, de la gerencia de Asuntos Externos y vicepresidencia de Asuntos Corporativos de Antofagasta Minerals, la planta “permite producir energía térmica por 24.845 MWh por año, reducir en un 55% el uso de diésel en la mina y disminuir en 8.000 toneladas de CO₂ por año”. La característica de este proyecto es que se encuentra construida con tecnología cilindro parabólica, es decir, que la planta basa su funcionamiento en el seguimiento solar y en la concentración de los rayos solares en tubos receptores de alta eficiencia térmica localizados en la línea focal de la parábola. Los rayos concentrados calientan un fluido transmisor de calor ubicado en los tubos, que se puede utilizar como energía térmica en diversos procesos productivos. La planta cuenta con un circuito cerrado de calor industrial, donde el agua es calentada a medida que pasa a través del campo solar, alcanzando temperaturas de hasta 150 grados Celsius. Luego es almacenada en tres estanques térmicos con capacidad de 100 m³ cada uno, para transmitir la energía térmica (calor) al proceso de extracción por solventes y electro obtención a través de intercambiadores de calor.

Un caso de generación de energía fotovoltaica, es el proyecto Pozo Almonte Solar a cargo de minera Collahuasi, en la región de Tarapacá. La central, ubicada en la comuna de Pozo Almonte, consta de dos plantas de energía solar en las que se instalarán 89.906 paneles fotovoltaicos, ocupando una superficie cercana a las 80 hectáreas. El proyecto generará cerca de 60 mil MWh y aportará alrededor del 13% de la demanda actual de energía de Collahuasi durante las horas del día. La iniciativa, adjudicada a la empresa española Solarpack, permitirá reducir los costos del suministro eléctrico para la minera en US$ 20 millones por el periodo total de contrato. Además, la relación entre ambas empresas, permitirá la instalación de una zona central para Investigación y Desarrollo de 300 kW en terrenos del Puerto de Collahuasi en la zona de Patache, donde se probarán diferentes tecnologías fotovoltaicas en condiciones reales de uso, además de abastecer la operación del puerto.

Desde Collahuasi indican que Pozo Almonte Solar es la planta fotovoltaica “más grande de Chile que actualmente está en proceso de construcción y pronta a entrar al sistema”. La conexión a la red eléctrica será en la subestación Pozo Almonte, propiedad de E-CL y se estima que evitará la emisión de 50 mil toneladas de CO₂ al año.

Cierre de faenas

Si bien es un proceso que sucede para terminar labores de un determinado proyecto, su ejecución tiene un impacto en el entorno, tanto ambiental como social que debe ser considerado y que bien puede incluirse en el marco de la sustentabilidad de la iniciativa. Para un plan de cierre de faenas se deben determinar las medidas a ser implementadas durante la vida de la operación con el objetivo de prevenir, minimizar y/o controlar los riesgos y efectos negativos que se pueden generar (o presentar luego del cese de las operaciones de una faena minera) en la vida e integridad de las personas que se desempeñan en ella y de aquellas que estén ligadas y se encuentren en sus instalaciones e infraestructura.

Este proceso consta de varias etapas que en Chile están reguladas por la Ley N°20.551 de Cierre de Faenas e Instalaciones Mineras, vigente desde noviembre de 2012, donde se obliga a toda empresa minera a generar un plan que garantice la estabilidad física y química del yacimiento una vez concluida su explotación. “Esta permite cierres parciales y finales de toda explotación minera, con el propósito de evitar el abandono, determinándose para ello una garantía y elementos que permitan resguardar su cumplimiento”, indica Orrego.

Para la aplicación del plan de cierre, la ley efectúa una distinción en relación con el tamaño de la faena minera, para aquellas cuya producción sea mayor o igual a 10 mil toneladas brutas mensuales está el Plan de Cierre de Aplicación General y para las que tienen una producción menor está el Plan de Cierre de Procedimiento Simplificado.

De acuerdo a Eduardo Sanzana, director de Proyecto de Cierre de Faenas en Mineras de Codelco y a Eduardo Ortiz, consultor de Ingemina, dentro de las etapas de un plan de cierre está, en primer lugar, el levantamiento de estatus en que se encuentran las instalaciones de la faena minera y el que se proyecta que tendrán al momento del cese de operaciones. “Debe incluir las minas, botaderos, relaves, ripios, escoriales, plantas de procesamiento e infraestructura industrial (edificios, sitios de acopio, caminos, líneas eléctricas, líneas de agua, campamentos, casinos, entre otros)”, indican los profesionales.

Una segunda etapa es el levantamiento del entorno medioambiental, su condición actual y proyectada al momento del cese. Luego viene un análisis de los riesgos que presentará la faena al momento del cese de operaciones y que podrían afectar la seguridad y salud de las personas y el medioambiente, producto de la estabilidad física y química de las instalaciones. Tras esto, se determinan las medidas y acciones que podrían controlar los riesgos al momento del cese de operaciones, así como de las acciones de post-cierre que deberán ejecutarse con posterioridad a la aplicación de las medidas de cierre y de los costos de implementación de estas.

Desde el Ministerio de Minería indican que el plan de cierre debe ser auditado cada cinco años por cualquier auditor que esté validado y asimismo el Servicio Nacional de Geología y Minería (SERNAGEOMIN), también podrá solicitar una auditoría extraordinaria si lo estimara necesario. Además, la garantía de cumplimiento se fija a todos los planes de cierre de aplicación general, excluyendo a los de procedimiento simplificado. “Hasta noviembre habían ingresado alrededor de mil planes de cierres simplificados y se habían resuelto cerca de 550, mientras que planes de cierre general han ingresado cinco y se ha resuelto uno. En este contexto, consideramos que la normativa ha sido un gran avance para hacer de la minera una actividad más segura y sustentable”, puntualiza Orrego.

Precisamente hacia allá avanzan los desarrollos del sector: con preocupaciones sobre eficiencia energética y sustentabilidad en todos sus frentes, tanto ambientales, económicos y sociales ya que no solo se trata de impactar el lugar exacto donde se desarrollará un determinado proyecto, sino que se trata de crear un impacto positivo en todo el entorno.

Gestión comunitaria

El desarrollo de proyectos u operaciones mineras debe saber gestionar los impactos socioambientales negativos para que no se transformen en conflictos. Estas consideraciones con las comunidades responden al tema de sustentabilidad social, donde resulta importante contar con sus aprobaciones ya que de lo contrario, puede volverse una fuente constante de desencuentros entre el entorno y las iniciativas mineras. Empresas como Codelco, por ejemplo, trabajan en lo que llaman una “nueva mirada en sustentabilidad”, que busca estandarizar la gestión con las comunidades, de modo de asegurar la licencia para operar sus proyectos futuros. El modelo considera como pilares fundamentales la gobernanza y el marco normativo que rige a Codelco como empresa estatal, junto a la implementación de estándares y herramientas comunitarias, permiten viabilizar el trabajo con las comunidades y gestionar los impactos, buscando el mejoramiento continuo para establecer relaciones de confianza.

Es en esta área donde entran en juego los programas de Responsabilidad Social Empresarial (RSE) de las compañías, cuyos objetivos son fundamentalmente, hacerse cargos de los impactos de las operaciones y proyectos, con focos orientados al medio ambiente, capacitación para la empleabilidad, emprendimiento, comunidades y ciudades sustentables y pueblos originarios.

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