El superadobe se inventó en la década de 1970. Detrás de su creación está el arquitecto Nader Khalili, a quien la NASA le pidió que trabajara en un sistema de construcción que requiriera un mínimo de materiales. Entonces los expertos se dieron cuenta que el superadobe tenía muchas bondades, por ejemplo ser un sistema antisísmico, que brinda confort térmico y acústico y protección contra huracanes.
Fuente: Futuro360
Tierra, sacos degradables y alambre. Estos tres materiales, baratos y de amplia disponibilidad, son los ingredientes principales del superadobe, que puede revolucionar la construcción de viviendas al tiempo que protege el medio ambiente.
Del adobe al superadobe, ¿qué cambia?
Tal vez nunca hayas escuchado hablar del superadobe, aunque seguramente conozcas el adobe.
El adobe tradicional se forma mezclando tierra con ciertas arcillas y arenas y sumándole luego otros elementos como paja, estiércol de animales o pelos, elementos que pueden variar según el territorio. Se trata del material de construcción tradicional por excelencia, que paulatinamente quedó relegado a partir de la invención de otros materiales como el concreto o el cemento.
El superadobe, por su parte, necesita de tres materiales principales: tierras, sacos degradables y alambres. “Es una técnica de bioconstrucción que básicamente consiste en sacar tierra, una tierra que es parecida al adobe tradicional, en costales, mangas de polipropileno. Luego se compacta, se apila, y se va interponiendo una línea de alambre de púas para formar una estructura abovedada, como un huevo, digamos”, explica a CNN en Español la arquitecta especialista en bioconstrucción Adriana Fernández. Después se genera una “capa de protección” que puede ser de tierra con paja, pelo o arcillosa, y luego se agrega una capa de cal.
La construcción con suberadobe tiene, según Fernández, tres grandes ventajas: es barata, accesible y ecológica.
Se trata de una técnica amigable con el ambiente por dos motivos. Por un lado, no genera residuos; y por otro, requiere un uso muy bajo de energía. Como resultado, la huella de carbono de la construcción con superadobe es menor a la de otras técnicas. (Y la huella de la construcción no es nada despreciable: un 17,5% de las emisiones de gases de efecto invernadero provienen de la energía que se usa para la construcción de edificios, mientras que el cemento es responsable de un 3%, según los datos de Our World in Data)
Otra ventaja es que es una técnica fácil de aprender, según Fernández, quien trabaja en SuperAdobe México, un grupo que busca difundir la autoconstrucción mediante este mecanismo. Según la especialista, una persona capacitada trabajando en conjunto con una cuadrilla de tres o cuatro más puede construir un domo sencillo en cinco semanas. En otras palabras, en un mes puede hacer una vivienda con sus propias manos. Y el tiempo de vida útil, con el mantenimiento correspondiente, puede ser de hasta 200 años.
De la NASA al territorio mexicano
El superadobe se inventó en la década de 1970. Detrás de su creación está el arquitecto Nader Khalili, a quien la NASA le pidió que trabajara en un sistema de construcción que requiriera un mínimo de materiales y pudiera implementarse en distintos terrenos. Entonces se dieron cuenta que el superadobe tenía muchas bondades, por ejemplo ser un sistema antisísmico, que brinda confort térmico y acústico y protección contra huracanes.
“Con el superadobe se puede construir desde una vivienda unifamiliar —que es un domo con su sala, cocina, baño, etc.— múltiples domos a manera de colmena para una comunidad completa”, dice Fernández. Puede usarse en cualquier región, aunque la mayor viabilidad es en zonas campestres.
Lograr un sistema de construcción barato y sencillo es clave en México, donde al problema de falta de vivienda se suma que más del 25% de la población vive en construcciones con algún tipo de riesgo o hacinamiento, según los datos del Gobierno de 2021. Este porcentaje se traduce en una cifra dolorosa: más de ocho millones de viviendas con carencias.