Las infraestructuras energéticas europeas han servido al continente durante décadas, pero hoy es necesario un cambio. Aunque las actitudes están cambiando rápidamente y la tecnología se está desarrollando, Europa y el resto del mundo siguen actuando con demasiada lentitud en la transición energética. Para preservar el empleo y la seguridad energética al tiempo que se lucha contra el cambio climático, son fundamentales la cooperación, las nuevas infraestructuras y los enfoques constructivos de las nuevas tecnologías.

Fuente: World Economic Forum

La energía es de vital importancia para nuestras vidas, puestos de trabajo, comunidades y naciones, por lo que es fundamental garantizar un acceso continuo a ella a medida que descarbonizamos nuestras economías. En Europa, entre 3 y 4 millones de personas trabajan en industrias difíciles de descarbonizar, como los sectores del acero, el cemento y la química. Detrás de este gran número de personas hay familias y comunidades locales que dependen de la capacidad de estas industrias de reducir sus emisiones.

La energía eólica es una tecnología clave en la transición energética, pero no debemos subestimar la magnitud del cambio necesario para lograr una verdadera transición energética.
Image: Equinor media bank/Ole Jørgen Bratland

Tener éxito en la transición energética nunca ha sido tan importante, ni tan difícil. Debe haber un enfoque equilibrado de la asequibilidad, la seguridad del suministro energético y la descarbonización para garantizar la aceptación pública y la rentabilidad. La invasión rusa de Ucrania, la crisis energética y el aumento de la tensión geopolítica han puesto de manifiesto los choques y retos a corto plazo que hay que afrontar sin perder de vista la necesidad a más largo plazo de la descarbonización.

Cada cuatro o cinco días, un buque cisterna cargado de gas natural licuado (GNL) sale de la localidad noruega de Hammerfest, lo más al norte que se puede llegar en la Europa continental. Uno de estos buques transporta alrededor de 1 TWh de energía bruta, la misma cantidad de energía que el parque eólico marino británico de Sheringham Shoal, con 88 turbinas, produce en un año.

Un solo buque cargado de GNL puede transportar la energía producida por 88 turbinas durante un año.
Un solo buque cargado de GNL puede transportar la energía producida por 88 turbinas durante un año. Image: Equinor

Quienes dicen que la transición energética es fácil sencillamente no tienen razón. Nos enfrentamos a la tarea de sustituir un sistema energético de alta densidad y alta rentabilidad por otro de baja densidad y menor rentabilidad. En esencia, ese es el coste de la transición energética y, en consecuencia, de la descarbonización, y para tener éxito en una aceleración a escala mundial, necesitamos ver un enfoque común para un nuevo sistema energético.

Acelerar la transición energética

Eso es urgente. El cambio climático se está produciendo ante nuestros ojos y el ritmo de la transición energética es demasiado lento. Debemos proporcionar seguridad energética a las personas y a las empresas mientras reinventamos el sistema energético. Porque, de hecho, es una reinvención.

He aquí tres de las formas más importantes de acelerar la transición energética:

1. Dejar que el mercado decida sobre la tecnología

Debemos reducir la huella de carbono de los sistemas energéticos actuales. A la hora de configurar los sistemas energéticos del mañana, debemos estar abiertos a la tecnología. Como dicen los informes del Grupo de Expertos de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (IPCC), debemos utilizar todas las herramientas disponibles.

Hay que eliminar el carbón. Debemos descarbonizar la producción de petróleo. El gas natural debe hacerse más limpio mediante la captura de carbono y el almacenamiento seguro en alta mar, y debemos desarrollar las energías renovables mucho más rápido que hoy. La transición energética no pertenece a una sola tecnología, a una sola empresa, a un solo país.

Alemania ha cambiado su estrategia de “sólo hidrógeno verde” para tener en cuenta el papel del hidrógeno azul y la CAC (captura y almacenamiento de carbono). Es un acierto, ya que tiene en cuenta la verdadera naturaleza de la transición. Los gobiernos deben fijar objetivos y orientaciones, no elegir ganadores y perdedores.

2. Invertir en infraestructuras

La infraestructura energética común de Europa nos ha servido bien. En las próximas décadas, el continente debe invertir en las infraestructuras que necesita para el sistema energético del mañana.

Vemos la necesidad de un gasoducto para el CO² desde Europa hasta los almacenamientos de CO² en la plataforma continental noruega, y un gasoducto para el hidrógeno desde Noruega hasta Europa. Y para tener éxito con las renovables, necesitamos ampliar la red eléctrica. No habrá transición energética sin transmisión de energía.

Se trata de grandes proyectos e inversiones. La industria energética debe estar dispuesta a poner de su parte, financiar inversiones y asumir riesgos. Pero necesitamos un debate más amplio sobre el riesgo y la forma de compartirlo en el sector, en las distintas zonas geográficas y entre los sectores público y privado.

3. Trabajar juntos y generar confianza

Tenemos que colaborar estrechamente. Pero lo más importante es que actuemos juntos. Debemos comprender y respetar las funciones de los demás. Los proyectos exigirán claridad de funciones y expectativas entre los gobiernos, las instituciones y la industria. Las inversiones a largo plazo necesitan condiciones marco estables y predecibles. Será difícil navegar por la transición energética. Y aún más difícil si los impuestos y la normativa cambian constantemente.

Con demasiada frecuencia, la industria señala la falta de condiciones marco, mientras que las autoridades señalan la falta de voluntad por parte de los intereses empresariales. Esto es contraproducente. Nadie podrá hacer esas inversiones por sí solo. Ni las industrias, ni siquiera los países. Tenemos que planificar, invertir y construir juntos.

Aunque el reto es importante, hay motivos para ser optimistas. Ya se observan avances significativos en mentalidades, políticas, proyectos y tecnologías. Conseguir una transición energética equilibrada no es una revolución ni un cambio, es una transición. Como parte de esa transición a gran escala, necesitamos desarrollar suficiente energía limpia, nuevas industrias y puestos de trabajo. Dejando que el mercado dirija la tecnología, invirtiendo en infraestructuras y trabajando colectivamente, conseguiremos que esa transición sea un éxito.

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