Porque los colegios no tienen que ser edificios aburridos y sin color, este macroproyecto en China, de la mano del estudio TAO, demuestra que la educación y la arquitectura pueden ir de la mano de una manera original y diferente.
Fuente: Revista AD
Los colegios tienden a ser, por lo general, edificios bastante neutros y aburridos, arquitectónicamente hablando. Pero cada vez, más estudios se atreven a hacerlos más originales, agradables y divertidos. Un ejemplo es esta escuela experimental en China, donde el estudio de arquitectura TAO ha dado rienda suelta a las geometrías y, sobre todo, al color.
Los colores primarios son los grandes protagonistas de esta obra, un campus de educación infantil y secundaria con casi 65.000 metros cuadrados de volumen y todo un reto para el estudio, ya que la clave del proyecto fue vincular la educación con el contexto local y el paisaje, sin dejar de lado la practicidad y funcionalidad de los espacios. Además, la ecología juega un papel crucial, al situarse en una zona de humedales y manglares protegida, desarrollando una idea sostenible en la construcción que integrara armónicamente ese paisaje con lo urbano.
El terreno ondulado de la parcela determinó en gran medida la forma y la estructura de los edificios, creando volúmenes llenos de curvas unidos por patios e inspirados en los cauces de los ríos. El rojo, el azul y el amarillo simbolizan la parte infantil y la imaginación, ayudando a incentivar con el espacio la creatividad de los alumnos dentro de una experiencia diferente, rompiendo los estereotipos del diseño escolar tradicional.
La forma arquitectónica general está compuesta de curvas y geometrías pensadas de manera racional y flexible. A lo largo de ellas, varios arcos crean numerosos patios donde los interiores y exteriores fluyen y se entrelazan formando una especie de laberinto que cambia con los juegos de luces y sombras a lo largo del día. El corazón del instituto, su zona central, está compuesta por un salón de actos polivalente, la biblioteca y los diferentes espacios públicos, donde el blanco impera por encima de los colores, dando un toque más minimalista y centrado.
Las aulas están diseñadas con pasillos semiabiertos. El exterior sirve de espacio principal de circulación, mientras que el patio interior da al principal, formando un balcón cubierto para el descanso y la comunicación. El cubo azul suspendido y el volumen rojo corresponden a la sala de actos polivalente y a la sala de exposiciones, respectivamente, que ofrecen espacios públicos diversificados a los estudiantes de las plantas superiores sin necesidad de bajar a la planta baja.
La capa intermedia del edificio está elevada para abrir un espacio de actividad al aire libre más sombreado, que responde activamente al clima tropical de la ciudad y crea una zona de interacción social para todos los alumnos con sombra y protección contra el intenso calor, así como contra el fuerte viento y las lluvias. Esta estrategia para combatir los cambios meteorológicos y adaptarse a las condiciones se traslada también a las formas, pensadas según la orientación para que la ventilación cruzada y el equilibrio de las temperaturas sean destacados.
El contraste lo pone la guardería, donde predominan los colores pasteles y está situado al suroeste del campus. El espacio es más limitado pero se ha creado un bucle de circulación en forma de carretera a lo largo del edificio, a diferentes alturas, para que los niños jueguen y corran al aire libre, aprovechando el tejado de los dos edificios, convirtiéndose en uno de los ejes principales de la escuela infantil.
El jardín de infancia, los bloques de enseñanza y el edificio de dormitorios del instituto están conectados como un todo mediante un lenguaje arquitectónico orgánico unificado. Los niños corren del suelo al cielo, del interior al exterior, y crecen libremente en este campus sin fronteras.