La ciudad de Londres, ejemplo de equilibrio entre arquitectura antigua y contemporánea, nos ofrece esta vez un nuevo hito en innovación: la nueva sede de Foster para Bloomberg. Con una puntuación del 98,5% en la evaluación del certificado BREEAM, a día de hoy estas oficinas pueden considerarse las más eficientes del mundo.

Fuente. Ekos Negocios

Sus estrategias medioambientales ahorran un 35% en consumo de energía y un 73% de agua, incluyendo la recuperación del agua de lluvia. Aun así, no son más que porcentajes de eficiencia energética. Su éxito reside en una amplia visión de sostenibilidad que engloba valores de bienestar en espacios de calidad, con materiales cálidos y mucha luz natural.   

El ahorro en recursos energéticos estuvo presente desde la fase de implantación, respetando incluso la huella del edificio anterior con el fin de limitar la excavación. Las oficinas ocupan la totalidad de la manzana articulando 3 plazas en sus esquinas, dos de ellas unidas por una galería peatonal que recupera el trazado de una antigua calzada romana.

Rodeado de edificios emblemáticos del centro de Londres, como el Banco de Inglaterra, la Catedral de St Paul y la iglesia de St Stephen Walbrook, la nueva sede de Bloomberg se erige con carácter moderno a la vez que solemne y respetuoso.

Un marco estructural de piedra arenisca de Derbyshire divide sus fachadas en áreas rectangulares ocupadas por vidrio y aletas de cobre como medio de protección solar.

Bloomberg Arcade

Estas aletas adaptan su escala e inclinación según la orientación, confiriendo a la fachada un ritmo visual que esconde un secreto de gran innovación: un sistema de ventilación natural que, puesto en funcionamiento, convierte estas simples aletas en verdaderas branquias.

Así es, el edificio respira, una apuesta técnica novedosa y ciertamente arriesgada en un escenario tan contaminado como el centro de Londres. Además de ahorrar energía con sensores que controlan la ventilación natural en función del número de ocupantes en las instalaciones, el equipo de Foster le echa un pulso a la población londinense, recordando que algún día deberá velar por su derecho a respirar aire puro.

Volviendo a temas espaciales, la forma en que se invita a recorrer el edificio resulta igualmente interesante. La planta baja rompe su ortogonalidad con una fachada ondulada retranqueada. El peatón disfruta de ese modo de un espacio peatonal ampliado, al abrigo de la estructura porticada de arenisca.

Este diseño fluido enlaza con un impresionante vestíbulo envuelto por tres cáscaras de roble rojo americano. Ahí nos esperan los ascensores para un ascenso directo a la última planta, un espacio en doble altura llamado la “despensa”. Podríamos decir que se trata de una cafetería, pero sin llegar a serlo, ya que únicamente podrás servirte un café y a lo sumo cereales. 

La intención, evitar el síndrome Google, empujando a sus trabajadores a salir del edificio para hacer vida de ciudad a la hora de la comida. Lo que sí ofrece a sus ocupantes es una invitación al reposo e interacción social, rodeado de jardines verticales, abundante luz natural y unas maravillosas vistas a la catedral de St Paul.

El corazón del edificio es claramente la rampa helicoidal revestida de bronce. Bañada por la luz de la cubierta acristalada, desciende los seis pisos con un suave recorrido en forma de bucle escalonado, una verdadera “promenade” dimensionada para permitir encuentros fortuitos con los compañeros, sin por ello interrumpir el paso.

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