Como hemos visto, sigue repercutiendo la pandemia en el rubro de la construcción, aun así cuando la OMS ha anunciado el fin de ésta, si bien el efecto más incidente fue el alza de los costos de algunos materiales de construcción, efecto que está en retirada, el avance de los proyectos sigue manteniéndose bajo respecto a comparativos del año 2019, es decir, el menor avance físico visto en la pandemia aun no se recupera y, por tanto, los nuevos plazos ofertados para los proyectos nuevos del 2023 son en promedio un 18% mas bajos que lo que se ofertaría en el 2019.

En la grafica mostrada vemos el indicador promedio de avances por mes, que es en resumen la división entre superficie total construida y el plazo en meses ofertado.

¿Qué muestra en esta grafica?, que los plazos ofertados en el año 2020 (antes de conocerse el real impacto de la pandemia) fueron un 16% mas altos que los ofertados en el 2019, llegando a su menor expresión el año 2021, año en que se retomaron todos los proyectos paralizados y que fueron reestudiados y por tanto “re-ofertados” aumentándose los plazos llegando a un 20% mas alto.

De ahí en adelante se ha estabilizado, sin embargo, no se han retomado los avances vistos en el año 2019 siendo un 18% mas altos hoy en el 2023, en términos prácticos un proyecto de edificación de 20.000 m2 construidos en el 2019 era ofertado en 20 meses aproximadamente hoy se oferta a 22 meses de plazo, lo que implica mayor costo de Gasto General, y por tanto un mayor costo UF neto.

¿Las razones?, como siempre son varias, pero entre las mas influyentes es el temor a la insistencia de los trabajadores, retrasos en las tramitaciones municipales, diferencias en la coordinación de los proyectos, retraso en la importación
de materiales y por sobre todo la latente amenaza de multas, en vista a que los retrasos en la construcción son menos aceptables que antes, producto de los flujos financieros y tasas que hoy mantienen en el mercado.

¿Qué podemos hacer? Desde hace algún tiempo hemos estado hablando de los contratos colaborativos y de la integración temprana de los proveedores, que hoy se hacen más imprescindibles que antes, ya que la experiencia nos ha mostrado que la incorporación del contratista en la coordinación del proyecto, así como la optimización del presupuesto, sumado a la participación de proveedores en la etapa de diseño, permite no eliminar el riesgo, pero si mitigarlo para todas las partes, por sobre todo cuando a su vez existe una participación de las partes en el modelo de negocio. Cabe destacar que para que ello resulte, se necesita la participación de un ente externo, imparcial y técnico, que permita colaborar en la resolución de conflictos entre las partes con argumentos solidos para el proyecto y no para intereses particulares.

Es así que dichos contratos se enfocan mas en lograr un objetivo y regular un proceso, que en las repercusiones y sanciones que se tendrá al momento de entregar un proyecto. En este ámbito el camino es generar un equipo de trabajo compuesto por al menos tres participantes, que son el desarrollador o mandante, el contratista y el asesor técnico o auditor, equipo que se le suman según sea la etapa los participantes más específicos como proveedores, ingenieros especialistas y el uso de tecnologías puntuales.

Con todo lo anterior, el desafío es retomar los ritmos pre pandemia y destrabar las negociaciones eternas de los nuevos proyectos, para que el sector sea reactivado con fuerza, y para ello uno de los caminos mas conocidos es la incorporación de estos contratos más colaborativos.

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