Con una integración elegante en el entorno costero, estas estructuras de 20 y 25 metros cuadrados demuestran cómo el material se convierte en una elección perfecta para combinar estética y funcionalidad en un equilibrio armonioso con la naturaleza. 

Fuente: Madera21

En el balneario de Matanzas, perteneciente a la comuna de Navidad, dos cabañas de madera se elevan sobre la colina de un cerro, con vista hacia el océano. Ambas destacan en el paisaje por su longitud y su integración en la naturaleza. Se tratan de “La Loica” y “La Tagua”, dos aves nativas de la Región de O’Higgins con las cuales fueron bautizadas estas casas.

La Loica y La Tagua dos cabañas frente al mar que integran la madera en el paisaje

Croxatto y Opazo Arquitectos es la firma detrás de estas viviendas enfocadas en el hospedaje y en la inmersión en un sector meramente natural. En la ladera del cerro Lagunilla se emplazan estas obras, a 60/80 metros sobre el nivel del mar, quedando frente al macizo rocoso “La Lobera”, donde habitan lobos marinos y otras especies animales autóctonas. 

La Loica y La Tagua miden 20 y 25 metros cuadrados, respectivamente. Se sitúan sobre una base de plataformas de madera, con una estructura principal de pino impregnado que fue secado en cámara y fijado como pilares compuestos en base de hormigón insertados en el macizo.  

Su esqueleto está revestido en durmientes de roble reciclado, tratado con un aceite que brinda resistencia y estabilidad ante la corrosión. Una propiedad que, como veremos en esta nota, sus artífices confirman hasta el día de hoy. Para lograr una solución liviana para la fachada y la cubierta, éstos fueron cortados en láminas de 5cm de espesor y montados en un marco secundario, logrando un beneficio estético y funcional que dialoga apaciblemente con el entorno. 

Para los revestimientos interiores, por su parte, se propuso una tablilla de madera de pino de ½”x 3”, los que son posibles de conocer por medio de las puertas instaladas en su cara norte, promoviendo un tránsito con el interior y el exterior siempre protegido del sol y los vientos del sur poniente. 

“En ambas cabañas, el dormitorio principal se ubica en el nivel superior, al que se accede por una escalera vertical tipo barco, conectado espacialmente con el resto del programa a través de una doble altura. Este recinto busca enmarcar y dirigir las vistas, apuntando y mostrando hacia el sur el gran morro arbolado y mirando hacia el norte la gran roca Lobera en el mar”, se describe en la memoria del proyecto.

Uno de los motivos por el cual eligieron la madera fue su rendimiento frente a los efectos marinos, junto con ser una opción que permite modificaciones y nuevas aplicaciones a futuro. También por su fácil manejo, trabajo y transporte, además de ser económico y abundante en la zona. 

Y es que su proceso de diseño se planteó como una oportunidad de experimentación, dando con una propuesta que permitiera dominar la pendiente y, de la misma forma, fundir la obra con la naturaleza. 

Se construyeron en 2018. ¿Cómo ha seguido la historia de las estructuras hasta el día de hoy? Consultamos a sus arquitectos para conocer más del vuelo de estas aves en uno de los destinos turísticos más bellos de Chile. 

El protagonismo de la madera

Felipe Croxatto Viviani y Nicolás Opazo Marchetti son los autores detrás de este conjunto, quienes relatan que, a cinco años de su construcción, el revestimiento no ha tenido ningún tipo de tratamiento, ni ha necesitado alguna reparación o cuidado. Sí ha vivido algunos grados de decoloración, como efecto de la oxidación propia de un material orgánico. Ellos siguen muy satisfechos con esta elección. 

“La Loica y La Tagua fueron el resultado de un proceso exploratorio en un terreno complejo, con un bajo presupuesto y una severa condición geográfica y climática. Todos estos factores determinaron el tamaño, programa y materialidad del proyecto”, comentan. 

Croxato y Opazo indican que, ya pasado el tiempo, es difícil concebir las cabañas en otra composición que no sea la madera de pino u otra conífera de la zona. No obstante, reconocen las bondades del hormigón como una posible alternativa, dados sus atributos de resistencia, durabilidad y bajo mantenimiento, además de su rendimientos en las características del lugar; un terreno con una pronunciada pendiente (45º), “que sumada al peso de una estructura de concreto, da como resultado grandes fundaciones, debiendo remover considerables cantidades de tierra en una primera etapa, debilitando o fisurando el cerro”, dicen.

Para este caso, las insertaron a tres metros en el cerro, para luego levantar una estructura casi íntegramente en madera, con pilares y diagonales que reciben y sostienen una base de madera en el primer nivel habitable. Por sobre ésta se levantaron los muros, “trabajados como esqueletos de madera impregnada de 2”x 2”, de 5 mts de altura, para albergar un programa interior abierto, con dos niveles conectados, tipo loft”, describen.

“Entendiendo que las cabañas estarían expuestas a una gran corrosión marina”, continúan, por lo que “decidimos revestirlas en durmientes de roble reciclado de 5cm de espesor. Un material inerte que es tratado con aceite derivado del petróleo, estable y resistente, entregando al proyecto una coraza de protección, una corteza rugosa y cálida que no requiere mantención”. 

Una estrategia similar habían utilizado previamente. “Entre el 2014 y el 2016 trabajamos en el diseño y ejecución de Casa Machagua, una segunda vivienda ubicada en Cachagua, Zapallar, también a pocos metros de la playa, donde utilizamos por primera vez el durmiente de roble, revistiendo las caras exteriores del dormitorio principal, ubicado en un segundo nivel, transformándolo en una pieza cálida y rústica, protegiéndolo de la corrosión y contrastando su imagen con un primer nivel sólido, pesado y claro, trabajado completamente en piedra coral que se esculpe y se socava para dar forma a su programa”, comentan.

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