La normativa en Chile establece ensayos técnicos en terreno o laboratorio para precisar el desempeño de las soluciones constructivas, evaluando los decibeles que recibe un recinto emisor respecto a una fuente de origen. Una deficiente aislación acústica puede trasladar los sonidos entre varios niveles, generando incomodidad probablemente a todo un edificio.
Fuente: Comunicado de Prensa
Los molestos ruidos que siente del piso superior podrían no ser causados por su vecino. La explicación es más sencilla y se relaciona con la transmisión mecánica de las construcciones: una deficiente aislación acústica puede trasladar los sonidos entre varios niveles, generando incomodidad no solo entre viviendas contiguas, sino a probablemente todo un edificio.
Así lo explica el ingeniero Andrés Alcaíno, jefe de la Unidad Acústica del Centro de Investigación, Desarrollo e Innovación de Estructuras y Materiales (IDIEM), quien comenta que los problemas constructivos asociados son más comunes de lo que pensamos, y en términos de su resolución muchísimo más complejos que el aislamiento térmico de los espacios.
“El gran problema es que la solución es necesariamente destructiva o utilizar el propio espacio interior de la propiedad. En el primer caso, hay que desmantelar el tabique y hacerlo de nuevo, o en el segundo, añadir un sobre tabique para aumentar el aislamiento que entrega la solución ya instalada”, apunta este ingeniero civil e integrante del Colegio de Ingenieros Acústicos de Chile y de la Sociedad Chile de Acústica.
El aislamiento acústico es la capacidad que tienen las soluciones constructivas, ya sean elementos verticales u horizontales, de atenuar la excitación sonora desde un recinto a otro. Esta capacidad dependerá del diseño de la edificación, y se define de dos maneras: el aislamiento al ruido aéreo (sonidos provenientes desde el exterior) o al ruido de impacto: pisadas o movimientos de muebles de una vivienda a otra.
En Chile, la Ordenanza General de Urbanismo y Construcción (OGUC) exige un mínimo de reducción acústica de 45 decibeles para ruidos aéreos entre unidades habitacionales, ya sean estas verticales u horizontales. La normativa solo considera muros medianeros o losas divisorias, y no, por ejemplo, fachadas, muros interiores o estructuras que dan hacia la calle.
En tanto, para el ruido de impacto la ordenanza establece un límite de 75 decibeles. Si bien especialistas como Alcaíno creen que la normativa podría ser fortalecida, un aspecto positivo es que en Chile al menos existe una regulación. En países de la región, por ejemplo Argentina, no hay especificaciones técnicas dispuestas por la autoridad.
Como referencia: una conversación en una oficina alcanza los 45 decibeles, una juguera hasta 80 decibeles o una máquina en obras de construcción del orden de 100 decibeles. El máximo tolerable por el ser humano es de 130 decibeles, en una escala que es de tipo logarítmica y no aritmética, precisa el experto del IDIEM.
¿Qué aspectos están hoy afectando el aislamiento acústico?
A nivel de la edificación de los proyectos, la deficiente integración de las soluciones o una imprecisa inspección técnica. Por otro lado, cada vez los departamentos son más pequeños, y las instalaciones hidráulicas y eléctricas se conducen por los muros divisorios, debilitando el aislamiento final. Pese a esto, El especialista de Idiem advierte que, por sí solo, la dimensión de las viviendas no es un parámetro crítico.
“Esto no va de la mano con el tamaño de una vivienda. Podrían ser estudios de 15 metros cuadrados, pero se debe considerar una solución divisoria hormigonada estructural de 200 milímetros, o si hay una solución liviana (tabique), que permita asegurar un aislamiento superior a los 45 decibeles.”. ¿Hay forma de verificar si estamos teniendo problemas? Cuando escuchas claramente la conversación del vecino, no hay duda que lo tienes”.
IDIEM entrega servicios tanto para empresas como para particulares con el objetivo de evaluar el desempeño acústico de una solución constructiva. Alcaíno advierte que las brechas en los sistemas de aislamiento no solo menoscaban la plusvalía de una vivienda, sino también la calidad de vida, la privacidad e incluso la salud mental de las personas.