Aprovechar los materiales locales como tierra y arena, junto a la tecnología que entrega la impresión 3D puede ser una alternativa en distintos lugares del mundo, no solo para obtener recursos de manera más simple, sino que además cuidar el medio ambiente.
Fuente: Plataforma Arquitectura
El arte de construir un refugio a partir de bloques de hielo se transmite de padres a hijos entre los inuit, pueblos originarios que habitan las regiones más septentrionales del planeta. La planta circular, el túnel de entrada, la salida de aire y los bloques de hielo forman una estructura donde el calor generado en el interior derrite una capa superficial de nieve y sella los huecos, mejorando el aislamiento térmico del hielo. Durante una tormenta, un iglú puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte y quizás este sea el ejemplo más icónico y radical de lo que significa construir con materiales locales, pocas herramientas y mucho conocimiento. En este caso, todo lo que tienes es hielo.
Aprovechar los recursos y la mano de obra local son conceptos clave para la arquitectura sostenible, los cuales habitualmente se pasan por alto a expensas de soluciones replicadas en otros contextos. Con las nuevas demandas y tecnologías, y la globalización de los materiales y las técnicas constructivas, ¿existe todavía espacio para los materiales locales? Y si hablamos de las construcciones impresas en 3D, ¿estamos destinados a erigirlas solo en concreto?
Cuando buscamos impresión 3D en Internet, rápidamente obtenemos dos conjuntos principales de resultados. El primero tiene que ver con el boom de los edificios impresos en 3D con hormigón, el material de construcción más utilizado en el mundo, pero que también es responsable de las altas tasas de emisión de carbono en su producción. El segundo grupo se refiere a proyectos de construcción experimentales e innovadores en otros planetas.
En la superficie de Marte, que puede ser aún más inhóspita que el Polo Norte, la idea de usar los materiales disponibles tiene total sentido. Si el afán por colonizar el planeta ha cobrado fuerza, abastecer naves espaciales con materiales de construcción (sacos de cemento, grava o láminas de contrachapado), está totalmente fuera de discusión y no es una opción viable. El prototipo Marsha, desarrollado por Ai SpaceFactory, fue la propuesta ganadora en el concurso “NASA Centennial Challenge”. Al igual que la gran mayoría de las propuestas actuales, Marsha utiliza técnicas de impresión 3D que utilizan una mezcla de fibra de basalto extraída de la roca marciana y bioplástico renovable (ácido poliláctico o PLA) procesado a partir de plantas que podrían cultivarse en el planeta rojo. El compuesto de polímero reciclable superó al hormigón en las pruebas de resistencia, durabilidad y aplastamiento de la NASA.
Pero volviendo al planeta Tierra, la impresión 3D de edificios ha sido identificada como un método con el potencial de optimizar proyectos, crear formas orgánicas, reducir el consumo de material, el tiempo de construcción, la mano de obra, las demandas logísticas, y los costos futuros. Han surgido varios ejemplos interesantes, pero la mayoría todavía se basa en el uso del hormigón. En otras palabras, aunque la impresión 3D puede ser descentralizada, la materia prima utilizada para la construcción rara vez puede ser obtenida localmente.
Un artículo desarrollado por varios investigadores de la Universidad de Texas, que evalúa las posibilidades de los materiales para la impresión 3D de edificios, destaca la preocupación por centrarse en el hormigón, y su respectivo impacto ambiental, como su principal material de construcción. “Los métodos de fabricación aditiva están preparados para transformar sustancialmente la industria, mejorando la automatización, generando ahorros en el uso de los materiales y permitiendo una fusión sin precedentes entre la forma y la función. Sin embargo, confiar en el hormigón como el único material extrusivo tiene el potencial de agravar enormemente los crecientes desafíos medioambientales”.
Los investigadores aseguran que se siguen buscando alternativas más sostenibles al hormigón, especialmente en la propia tierra, que puede ser extraída y acumulada sin necesidad de transportar materiales a largas distancias. Esto reduce considerablemente la huella de carbono y los costos de energía incorporada.
El proyecto Urban Dunes, en Abu Dhabi, crea estructuras orgánicas, como “oasis urbanos”, a partir de una gruesa capa de arena, mezclando sistemas activos pasivos y de baja tecnología para maximizar el confort térmico. Las bóvedas están compuestas por bloques estereotómicos hechos de arenisca impresa en 3D, utilizando arena local como material principal. La solidificación de la arena del desierto se realiza mediante la tecnología de chorro de aglomerante y se espera que las bóvedas impresas en tres dimensiones, con un grosor de 55 cm, eviten el sobrecalentamiento del espacio urbano en medio del desierto.
Pero cuando hablamos de grandes ciudades, también debemos tener en cuenta que hay un gran stock de residuos sólidos que se producen diariamente y escombros de construcción. Un equipo de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) desarrolló una alternativa a las vigas de hormigón armado, creando vigas a partir de plástico reciclado mediante fabricación aditiva. El resultado es una drástica reducción de peso (80% menos), que facilita el transporte y reduce la energía necesaria para su montaje, manteniendo la rigidez estructural.
Existen muchas posibilidades de incluir otros materiales para la fabricación aditiva, como la tierra cruda, la arena, los residuos agrícolas, los plásticos y otros desechos. Los usos, a su vez, van desde la construcción de edificios completos hasta pabellones, e incluso a la regeneración de ecosistemas, la fabricación de prótesis de extremidades y la impresión de órganos vitales.
Al igual que el hielo para los esquimales, los materiales locales se adaptan mejor a las condiciones climáticas y, por lo tanto, reducen los impactos incorporados de la construcción. Además, pueden permitir una mejor vida útil para la construcción, ya sea para su reciclaje o su degradación en la propia tierra. Observamos que la innovación en torno a la impresión 3D puede trazar nuevos caminos para la arquitectura, especialmente cuando incorpora materiales, conocimientos y demandas locales para el público en general.