Ver las ciudades como sistemas vivos que evolucionan con la naturaleza y las personas puede ser la estrategia para diseñar soluciones contra el cambio climático.

Fuente: Sostenibilidad

En un mundo cada vez más urbanizado, donde el cemento y el acero parecen dominar el paisaje, se despliega un antagonismo palpable entre las ciudades y la naturaleza que las rodea.

Pensamos en ciudad y naturaleza como ideas separadas, como lugares sin conexión. Pero según los expertos, es hora de cambiar esa forma de pensar y reclasificar a las ciudades como una forma de “naturaleza nueva”, entender que las ciudades son parte de la naturaleza incluso aunque no se parezcan a ella.

De hecho, arquitectos como Adrián McGregor, fundador y director de diseño de McGregor Coxall, una firma de diseño ubicada en Australia y el Reino Unido dedicada a planificar ciudades resilientes y sostenibles, proponen reemplazar la palabra “ciudad” por “biociudad”. Así lo desgrana en su libro “Biourbanismo, ciudades como naturaleza” y lo defiende como una de las soluciones al cambio climático. De esta forma, las urbes pueden convertirse en baluartes de resiliencia y sostenibilidad, abriendo paso a un futuro más sostenible y próspero.

Pensar en la ciudad como naturaleza una nueva perspectiva para el futuro urbano

El desafío de entender a la ciudad como naturaleza

Las ciudades y la naturaleza a menudo se consideran entidades separadas cuando se piensa en el medio ambiente y la crisis climática. Adrian McGregor.

Dado que las ciudades son responsables de más del 75 % de las emisiones de gases de efecto invernadero, diseñar ciudades inteligentes y sostenibles es el desafío más apremiante para enfrentar el cambio climático, afirmaba McGregor en esta entrevista de Bloomberg.

Imagina un paisaje urbano donde los rascacielos se entrelazan con exuberantes selvas verticales, y donde los techos se cubren de alfombras verdes. En estos pulmones urbanos, los ciudadanos encuentran refugio del bullicio frenético de la metrópolis, y la naturaleza reclama su lugar en el corazón mismo de la civilización moderna.

Según expertos en el campo, las soluciones basadas en la naturaleza son clave para enfrentar los desafíos ambientales. Estas soluciones buscan utilizar los procesos ecológicos para abordar problemas como la contaminación del aire, el calentamiento global y la pérdida de biodiversidad.

Biourbanismo

Para descarbonizar nuestras ciudades, dice McGregor, primero debemos darnos cuenta de que las ciudades son “sistemas vivos y dinámicos espectaculares que evolucionan con nosotros”. Argumenta que para hacer esto, las ciudades deberían reclasificarse como una forma de “naturaleza nueva” y sustituir los modelos clásicos de planificación urbana por el biourbanismo, un camino para descarbonizar las ciudades y aumentar su resiliencia a la crisis climática

Este concepto, tal y como lo define la Sociedad Internacional de Biourbanismo, “se centra en el organismo urbano, considerándolo como un sistema hipercomplejo, según sus dinámicas internas y externas y sus interacciones mutuas”.
 

McGregor propone estructurar las ciudades en 10 sistemas interconectados: ciudadanos, economía, energía, infraestructura, movilidad, tecnología, agua, residuos, paisaje y alimentación. Juntos, la interacción de estos sistemas puede determinar la salud y la prosperidad de una ciudad.

Soluciones basadas en la naturaleza aplicables a la ciudad

Una de las formas en que las ciudades pueden abrazar esta idea es mediante la creación y restauración de áreas verdes. Los espacios urbanos pueden ser transformados en bosques urbanos, parques y jardines, que no solo mejoran la calidad del aire, sino que también actúan como sumideros de carbono. Estas áreas verdes también proporcionan hábitats para la vida silvestre y ayudan a preservar la biodiversidad en entornos urbanizados.

Otra estrategia importante es la implementación de infraestructuras verdes, que incluyen techos verdes, paredes vegetales y sistemas de drenaje sostenible, como es el caso de las ciudades esponja. Estas soluciones no solo reducen la temperatura urbana y la escorrentía de agua, sino que también mejoran la eficiencia energética de los edificios y promueven un ambiente más saludable para los residentes.

Además, las ciudades pueden fomentar la movilidad sostenible mediante la creación de redes extensas de transporte público, infraestructura para bicicletas y peatonalización de áreas urbanas. Al reducir la dependencia de los vehículos privados, se disminuye la emisión de gases de efecto invernadero y se mejora la calidad del aire en las ciudades.

Es importante destacar que concebir a las ciudades como naturaleza no solo beneficia al medio ambiente, sino también a sus habitantes. Estudios han demostrado que vivir en entornos naturales tiene un impacto positivo en nuestra salud mental y física. La conexión con la naturaleza proporciona un sentido de bienestar y reduce el estrés y la ansiedad.

MacGregor habla de diseñar un plan de acción de resiliencia. A partir de esos 10 sistemas interconectados, cada ciudad debería intentar planificar el impacto del cambio climático y establecer unos objetivos y retos propios, dependiendo de si es una ciudad costera, o con pocas precipitaciones, o con un clima tropical…

Para él, la clave de este modelo de biourbanismo es el desarrollo de un gemelo digital de la ciudad física vinculado a los datos en vivo del mundo real, lo que puede permitir a las instituciones la simulación de cambios en la urbe y valorar las posibles consecuencias en términos de uso de energía o agua, por ejemplo, Y en el futuro, integrar esos gemelos digitales en el metaverso.

Estos modelos pueden ser realmente poderosos para permitir que los expertos y los gobiernos realicen pruebas de impacto climático y planifiquen su resiliencia optimizando la inversión y el gasto en infraestructura en los lugares correctos.

Es hora de repensar cómo diseñamos, construimos y gestionamos nuestras ciudades, para que se conviertan en verdaderos oasis de vida y sostenibilidad en un mundo en constante cambio.

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