Por medio de una estructura con módulos construidos en madera de pino, “Focos de Trabajo Villa Frei” ofrece una alternativa de co-work ante las necesidades de confinamiento.

Fuente: Madera21

Ñuñoa estuvo cerca de un mes y medio totalmente confinada producto de la pandemia, donde sus habitantes se vieron en la obligación de combinar distintos sectores del hogar con sus tareas quehaceres diarios relacionados al trabajo o la educación. Para volver más amena esta situación, un grupo de estudiantes de arquitectura planificó una solución en madera que permite nuevos espacios para este tipo de funciones, ocupando como referencia la Villa Frei, en el corazón de la comuna. 

Se trata de un diseño de estructura flexible que se adosa a la existente, ofreciendo una respuesta al problema de la densidad estructural de las ciudades y la necesidad de teletrabajo temporal o definitivo, que en Chile es entre 30 y 45 horas en una semana, según la Casen 2017.

Francisca Vivanco, Pedro Walker, Jaime Ramírez y Daniel Paillalef, estudiantes de la facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad Finis Terrae, elaboraron el proyecto “Focos de Trabajo Villa Frei”, que contempla la proyección de un centro co-work adosado a los edificios, hecho completamente de madera.  

“Esta problemática se origina desde que se estableció la primera cuarentena y la necesidad de mantener la producción laboral de las personas, para evitar las aglomeraciones de las oficinas tradicionales y  los traslados extensos, junto con  evitar el contacto entre las personas que no eran parte de un núcleo familiar. A partir de esto, buscamos dar solución a esta problemática con la proyección de un centro de co-work en Villa Frei”, dice Daniel Paillalef, uno de sus integrantes.

co-work

Luego de un primer proceso de observación, donde identificaron bondades de la zona como su tranquilidad y la abundancia de áreas verdes, este equipo de investigación identificó las necesidades más urgentes de la población que vive en esos edificios, registrando la falta de espacios amplios capaces de apoyar las nuevas rutinas producto del Covid-19. Según el último censo de 2017, en Ñuñoa viven 2,9 personas por casa y los inmuebles tienen, en promedio, cerca de 72 m2.   

“Este fenómeno del confinamiento, de encontrarnos de un momento a otro en espacios reducidos, no permitía disociar la separación entre las actividades cotidianas respecto del trabajo, lo cual no sólo generaba un corto circuito entre las horas dedicadas a los quehaceres laborales respecto de los del hogar”, continúa Paillalef.

El estudiante manifiesta que el proyecto es amigable con su entorno y que tiene una vinculación directa con la estructura de los edificios, “utilizando una circulación continua que parte en su segundo nivel y que deja libre al primero. Se vincula luego desde el centro de sus escaleras y el pasillo del edificio, con un libre desplazamiento de las vecinas y vecinos. En su trayecto se establece una secuencia de niveles intermedios que permiten mantener áreas de uso de suelo liberadas”. De esta forma, se crea una relación entre los niveles, los que a su vez permiten contar con lugares más íntimos y mantener una continuidad visual por la translucidez en la que se basa la fachada, otorgando cualidades lumínicas a estos espacios de trabajo. 

“Nuestra propuesta se desarrolla a partir de cuatro tipologías de estructuras parasitarias, diseñadas a partir de un mismo módulo de madera, las cuales complementan el programa exclusivo de vivienda de bloques que posee Villa Frei. Son departamentos que no están acondicionados para tener una oficina y nosotros, a través de esta intervención sustentable, logramos conectarlos con espacios libres de uso individual o colectivo, salas de proyección y de multiuso con sus hogares”, dice Paillalef. 

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El diseño se generó a partir de una estructura portante que es trabajada en base a la repetición e intercalado de módulos construidos en madera de pino, con un sistema de pilares y vigas conformados por perfiles de 3×3” y 2×5”. Junto con eso, va un empaquetado de piso que logra dar soporte y aislamiento a la estructura. Estos componentes y formas se van modificando acorde al espacio destinado, para cumplir con el programa y fin que cada usuario estime conveniente. 

Para la fachada, se utilizaron listones de madera de 1×2”, que conforman un entramado de ley distinto al de los módulos estructurales, sirviendo como soportes para la instalación de policarbonato alveolar de cuatro milímetros de espesor como piel translúcida, con espacios de abertura vertical para poder darle aire al proyecto.

En cuanto al funcionamiento de la cubierta, mediante la misma materialidad de la fachada se crea una techumbre de dos aguas hacia el interior, desarrollando una estructura totalmente permeable para que ingrese la luz natural. En medio de la caída de la techumbre, una viga tipo canal se encarga de retener y transportar el agua de lluvias hacia el exterior del proyecto.

“La verdad es que es un proyecto difícil de replicar, pues si bien el problema de las aglomeraciones lo vemos en gran parte de las comunas de Chile, en el último tiempo se han levantado mega edificios que no conviven con el entorno y los espacios. Nosotros buscamos una zona con un mini pulmón verde, considerando que el teletrabajo llegó para quedarse”. 

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