Las abejas de la ciudad recogen mucho más que polen. Estas polinizadoras atrapan muestras de bacterias y microbios que permiten conocer el estado de salud del entorno.

Fuente: Sostenibilidad

Nuestros entornos urbanos, aunque diseñados por y para las personas, albergan en realidad una increíble variedad de vida. Muchas de estas criaturas, como las bacterias y los microbios, son demasiado pequeñas para ser vistas, pero juegan un papel crucial en nuestro mundo configurando el microbioma de la ciudad.

Cada decisión que tomamos sobre cómo construir y organizar nuestras ciudades tiene un impacto en estos habitantes microscópicos. Y a su vez, como residentes de estas ciudades, estamos en constante interacción con ellos. Cada vez hay más evidencias de que nuestra salud y bienestar están intrínsecamente ligados a estas interacciones.

¿Cómo podemos entender mejor a estas poblaciones microscópicas de nuestras ciudades? La respuesta puede sorprenderte: ¡las abejas! Las investigaciones más recientes sugieren que podríamos utilizar a estos polinizadores para crear mapas microbianos de nuestras ciudades.

Qué tienen que ver las abejas con la salud de la ciudades

Las abejas de la ciudad nos permiten conocer la salud los lugares que habitamos

Las abejas, esas pequeñas criaturas zumbantes que danzan de flor en flor, desempeñan un papel fundamental en la salud y vitalidad de nuestro medio ambiente. Como principales polinizadores, son el latido invisible que impulsa la biodiversidad, facilitando la reproducción de la mayoría de las plantas que conforman la base de nuestros ecosistemas.

Sin embargo, su existencia se ve amenazada por múltiples factores, desde el cambio climático hasta el uso de pesticidas. Como ya vimos en este artículo, su declive podría tener repercusiones catastróficas, no solo para la belleza natural que nos rodea, sino también para la producción de alimentos de la que dependemos.

Sin embargo, proteger a estas incansables trabajadoras del aire no es solo una cuestión de conservación medioambiental. Recientemente, se ha descubierto que las abejas son una herramienta de lo más útil para conocer el estado de la salud de las ciudades que habitamos.

Así lo pone de manifiesto una investigación publicada en la revista Environmental Microbiome, en la que los científicos han demostrado cómo gracias al análisis de los restos del fondo de las colmenas de abejas melíferas pueden conocer  el paisaje microbiano de los entornos urbanos.

“Gracias al análisis de los restos del fondo de las colmenas de las abejas melíferas podemos conocer  el paisaje microbiano de los entornos urbanos ”.

El microbioma hace referencia a las comunidades invisibles de microbios, hongos, virus y bacterias que viven dentro y alrededor de nosotros, desempeñando papeles clave en el funcionamiento y la salud del entorno urbano y de la población humana, así como de las plantas y los animales.

Y es que nuestras ciudades están repletas de microbios y bacterias. Conocer cuáles son, en qué cantidad están presentes y cómo nos afectan es esencial para diseñar ciudades más saludables y sostenibles para el futuro.

Más allá del polen: las abejas y su rol en el mapeo microbiano de la ciudad

Las abejas urbanas recorren largas distancias en un día cuando salen a buscar alimento. Llegan incluso a moverse en un radio de dos millas, más de tres kilómetros, partiendo de su colmena. Y, cuando lo hacen, recolectan algo más que polen y néctar.

A medida que vuelan a través del entorno, los microorganismos y otras partículas diminutas se van adhiriendo a los pequeños cuerpos de las abejas. Esas muestras que van recogiendo y que luego depositan en el fondo de su colmena aportan información sobre el estado de una gran zona o vecindario de la ciudad.

Partiendo de esta situación, el equipo de investigadores trabajó con apicultores locales para recolectar y analizar microbios de muestras de miel, partes de abejas y restos de colmenas en cinco ciudades del mundo: Nueva York, Venecia, Tokio, Melbourne y Sydney, utilizando la información para conocer la huella microbiana única y diversa de cada lugar.

Descubrieron que cada ciudad tenía su propio perfil microbiano. Un perfil que, curiosamente, está influenciado también por el contexto cultural y geográfico en el que surge. En Venecia, por ejemplo, donde muchos edificios se asientan sobre vigas de madera sumergidas en el agua de los canales, los datos de muestra consistían en hongos relacionados con la pudrición de la madera. Y en Tokio, los investigadores encontraron rastros genéticos de una levadura fermentadora utilizada en la producción de salsa de soja y pasta de miso.

Más que eso, el estudio también demostró cómo los materiales recolectados de las colmenas podrían ayudar a los funcionarios de salud en la vigilancia de patógenos. Utilizando múltiples muestras recolectadas en Tokio, los investigadores no solo pudieron identificar el patógeno Rickettsia felis, responsable de la enfermedad bacteriana conocida como “fiebre por arañazo de gato”, sino que también realizaron análisis adicionales para determinar los factores genéticos que le permiten infectar a sus huéspedes.

Este estudio subraya la importancia de proteger a las poblaciones de abejas no solo por su papel en los ecosistemas naturales, sino también por su potencial como herramientas de monitoreo ambiental. Las abejas nos brindan una oportunidad única para entender y mejorar la salud de nuestras ciudades, y es nuestro deber protegerlas y valorar su contribución.

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