El método data del siglo XVI y proviene del “yaki” (quemado) y sugi (ciprés), realizándose exclusivamente con este tipo de árbol. Sus atributos de 50 años de durabilidad y su uso para revestir paredes, cielos y lo que la creatividad permita, ha despertado la demanda de arquitectos y de los que trabajan el material en esta otra cara del planeta.

Fuente: Madera21

A priori puede sonar extraño: quemar la madera para darle mayor vida útil. Pero es totalmente cierto. Tanto es así, que este método japonés llevado a cabo durante prácticamente cinco siglos se ha convertido en un recurso de elegante y vanguardista diseño a la hora de construir.

El procedimiento tradicional consiste en la confección de una chimenea con tres tablas de pequeño espesor de madera de ciprés (sugi) atadas entre sí. Una vez lograda, se prende hasta conseguir una hoguera que se extienda a lo largo de ellas, carbonizándolas a la profundidad que se requiera (lo que puede durar entre siete a diez minutos). Apagado el fuego, las piezas se rocían con agua y se dejan enfriar.

Ahora bien, ¿cómo es que una técnica tan antigua recién ahora está popularizándose en Occidente? Andrés De Solminihac, Managing Partner de WoodArch, empresa dedicada 100% a maderas y que se encuentra actualmente trabajando con la técnica Yakisugi, aclara: “Vimos el interés en traer esta madera a Chile, pues no se contaba con esta variedad y, hasta ahora, no ha habido alguien que la esté ofreciendo. Tenemos alto interés, ya que muchos arquitectos que saben de madera están entusiasmados por las bondades y por la particularidad de que esta madera dura 50 años”.

Si bien actualmente es más habitual realizar el proceso con hornos o con soplete industrial, todavía es muy común que se utilice la metodología manual. De hecho, en Internet, hay múltiples tutoriales que enseñan las maneras de hacerlo, lo que da cuenta de la sensación que está causando alrededor de todo el mundo. Pero, ¿es sólo una moda o realmente entrega ventajas que no se encuentran en ningún otro estado de la madera?

Yakisugi

Durante el proceso de carbonización, la celulosa de la capa externa se quema, mientras que la lignina permanece. Al desaparecer la primera, sustancia de la cual se alimentan los organismos xilófagos, los ejemplares resultan menos apetecibles y, por lo tanto, prefieren consumir otros. Ésta es la razón que explica el aumento de la durabilidad natural de la madera y, a su vez, la demanda e interés masivo que ha despertado el proceso. Y hay más, pues aparte de proteger el material de posibles ataques de organismos corrosivos, repele el agua y reduce el daño solar, además de retardar el fuego, convirtiéndolo en una excelente opción para revestimientos al exterior.

Cabe aclarar que la técnica, si bien encuentra su origen en Japón, ha sido adoptada con maderas sustitutas por países como Rusia, EE.UU. y Australia, aunque sin reaccionar de la misma forma que el ciprés japonés debido a su gran liviandad y porosidad ante el calor. Como dato histórico, la estructura de madera en pie más antigua del mundo (el templo budista japonés Horyuji que data del 607 DC) fue construido con madera de este árbol.

Sin duda, el secreto fundamental que la técnica Yakisugi (también denominada Shou Sugi Ban en Occidente) entrega para alcanzar las propiedades, es elegir una madera que asegure que la profundidad de la capa carbonizada sea suficiente y no desaparezca al estar expuesta tanto tiempo a la intemperie. Es por eso que los japoneses utilizan madera de sugi, pues además de ser rica en taninos, ligero y poroso, se quema de manera uniforme.

Sin ir más lejos, según un artículo científico elaborado por el Grupo de Construcción con madera del Instituto Tecnológico FCBA, la clase de durabilidad natural de la Cryptomeria japónica es alta, mejorando los valores que se recogen para esta especie. ¿Conclusión? Extrapolar el procedimiento Yakisugi a una madera de por sí poco durable no asegura en ningún caso que se comporte de la misma forma, ya que su condición natural viene con limitaciones.

Sin embargo, carbonizar la madera adecuada tampoco asegura el éxito como por arte de magia, pues para eso se necesitan una serie de cuidados que tendrán directa influencia en la vida útil del elemento. Los fundamentales son: ventilación, drenaje, evitar que las maderas tengan contacto con el terreno o cimentación y estudiar muy bien el clima en el cual se usarán. Incluso hay otro secreto: aplicar aceite para retardar la erosión cada cinco a diez años, asegurando así una durabilidad aún mayor.

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