Un proyecto del Servicio de Laboratorios y Calidad en la Construcción de la Viceconsejería de Infraestructuras y Transportes canaria trabaja con el material volcánico en mezclas con cemento, en hormigón y en prototipos de bloques.
Fuente: El Diario
La limpieza y recogida de ceniza que expulsó el volcán durante los 85 días que duró la erupción continúa cada día en La Palma. Ya no impregna el paisaje de los municipios afectados, pero aún quedan reductos, como el barrio de Las Manchas, cercano al cono principal del volcán, en los que las cuadrillas continúan retirando el material volcánico, a veces casi invisible. El Cabildo de La Palma calcula que se tardará al menos un año en retirar toda. Durante el fenómeno, se especuló con su posible uso, desde la agricultura hasta la construcción. Y esta última gana mas enteros, según diversas investigaciones.
Una de ellas la lleva a cabo el Servicio de Laboratorios y Calidad en la Construcción de la Viceconsejería de Infraestructuras y Transportes del Gobierno de Canarias. El jefe del departamento, Javier Jubera, explica que intervienen tres líneas de trabajo para darle uso a la ceniza: reponer arena de playa, asfalto y vinculada al cemento y sus derivados, con destino a la construcción. Y esta última es la mas avanzada. “Nuestro objetivo es que su utilización sea rentable económicamente”, señala, “que la ceniza tenga más valor que las materias primas que ahora mismo se utilizan en el sector de la construcción y la forma que tenga ese valor es que reduzca costes en la. fabricación de productos”.
Los trabajos del Servicio con la ceniza comenzaron con el volcán activo, con pequeñas muestras, hasta que hace dos meses llevaron hasta el laboratorio ubicado en Tenerife un acopio más grande. El departamento en su totalidad está conformado por una treintena de personas y se dedicaba al control de calidad en obras. En la actualidad está especializado en la investigación en el mundo de la construcción, sobre todo en el ámbito de la economía circular. “Hemos incorporado la ceniza a estas líneas de investigación como si se tratara de un residuo más, analizando algunas propiedades que pueda tener”, expone Jubera. La Consejería de Obras Públicas y Transportes del Gobierno de Canarias se encarga de la financiación y aproximadamente una decena de personas trabaja en el proyecto de la ceniza.
Jubera explica que durante los ensayos han podido comprobar que algunas muestras de las cenizas recogidas en La Palma tienen capacidad o actividad puzolánica, similar a la de las empleadas para producir cemento desde la antigüedad romana hasta el siglo XIX. Durante la revolución industrial se desarrolló el clínker, con el que se fabrica el cemento más común en la actualidad, “que permitía construir más rápido, porque tardabas menos tiempo en que la construcción alcanzara la resistencia que necesitaba”, recuerda Jubera. Y en Canarias se importa el clínker que se mezcla con puzolanas para producir cemento.
El problema del clínker, añade Jubera, es que “es una industria muy contaminante”. Y los trabajos tratan de comprobar la actividad puzolánica de las cenizas para añadir la mayor cantidad posible al clínker para fabricar cemento sin reducir excesivamente su resistencia y, al mismo tiempo, reducir la necesidad de importar un material que se hace “en grandes hornos, con un enorme consumo de energía”, añade el jefe del Servicio de Laboratorio y Calidad en la Construcción.
“Hemos intentado ver la capacidad de estas cenizas para comportarse de esa manera. Como hemos ido recibiendo muestras pequeñas de La Palma a medida que el volcán iba atravesando fases, algunas de las cenizas que hemos usado eran muy buenas, tenían mucha capacidad, y otras no son tan buenas. Suponemos que dependiendo de cuando se produjera la emanación, tendría un contenido u otro”, relata Jubera.
Y ese es uno de los principales problemas de las investigaciones. La inmensa cantidad de ceniza que expulsó el volcán se acopió en grandes superficies y se ha revuelto, resultando prácticamente imposible distinguirla o separarla por su calidad. En función de la muestra recogida y del día, tendrá un contenido químico diferente y su heterogeneidad es inmensa. Y lo ideal es que tenga sílice. “Lo que estamos intentando ver, una vez tengamos caracterizada esa capacidad puzolánica del material acopiado, es cual es la mejor utilidad que podría tener”, subraya Jubera.
Además, obtener resultados tampoco es fácil. “Fabricamos ese cemento mezclando clínker con ceniza en unos porcentajes y rompemos a siete y 28 días. A siete días tiene un comportamiento bastante malo. Pero a 28 días vemos que remonta. Quisiéramos ir bastante más rápido, pero hay que esperar 28 días cada vez que haces alguna variación en la composición de las probetas que ensayas para volver a tomar decisiones”, indica Jubera.
Por ello, llevan a cabo otras líneas de investigación, como la fabricación de hormigón. El hormigón, que se fabrica con cemento, áridos y agua, debe ser resistente, dócil y durable. Para que sea dócil (que cuando se introduce en un encofrado ocupe bien todo el volumen sin dejar huecos), en Canarias se suelen utilizar diversos productos químicos e importar arena de África. Aunque la ceniza no alcanza la misma capacidad que la arena africana, sí es más dócil que el basalto y aporta resistencia.
El Servicio de Laboratorio y Calidad en la Construcción también está desarrollando prototipos de bloques que se emplearían en viviendas. Ya el presidente del Cabildo de La Palma, Mariano Zapata, compartió en sus redes sociales una imagen en la que enseñaba un bloque elaborado con ceniza del volcán por una empresa instalada en La Palma. Se trata de otras líneas de trabajos diferentes de la del Servicio de Laboratorios que, en su caso, usan residuos de demolición de edificios y se mezclan con el material volcánico. Jubera destaca que han comprobado que le aporta resistencia y “va bien por ese camino”.
Aún están desarrollando el prototipo definitivo, continúan haciendo ensayos y pruebas para ajustar la cantidad de cemento necesaria, pues la mitad del bloque aproximadamente sería de ceniza. “Nos han salido algunos con bastante resistencia y el bloque óptimo será el que cumpla con el mínimo de resistencia exigible y la mínima cantidad de cemento”, resalta Jubera. El Servicio también ha percibido que la ceniza pueda aportar aislamiento térmico y parece que mejora al de los bloques normales.
En general, Jubera detalla que el Servicio está suponiendo que cuando la ceniza se comporta bien con el cemento, da unas características de resistencia, que a su vez las puede aportar a los bloques y al hormigón. “Vemos que a corto plazo no mejora mucho las propiedades o la resistencia, pero a largo plazo parece que sí, (…) tarda en dar esa resistencia a los materiales, igual que hacía la puzolana de los romanos”.
Una vez el equipo consiga las fórmulas correctas para las fabricaciones, se publicarán y difundirán para ayudar a quienes estén interesados en comprar ceniza y usarla; “es posible que se pueda consumir en La Palma o en todas las Islas”, añade. En este sentido, recuerda que las primeras muestras de ceniza que analizó el Servicio tenían una capacidad similar al humo de sílice, un material que mejora las capacidades de resistencia del hormigón, con el que, por ejemplo, se construyó el puente de Los Tilos en La Palma. “Se importó para que ese hormigón que se empleaba en ese puente tuviese una resistencia altísima, y es bastante caro”, señala. Y “si la ceniza tuviese esa capacidad, aumentaría su valor y podría ser exportada fuera de las islas”.