Positiva en energía, negativa en carbono, esta torre que imita el baobab es un ejemplo de arquitectura biomimética e integración con el entorno.

Fuente: IMNOVATION

“A diferencia de la revolución industrial, la revolución biomimética no se basa tanto en lo que podemos extraer de la naturaleza como lo que podemos aprender de ella”, explica Janine Benyus, la fundadora del Instituto de Biomimética. Y parece que la arquitectura biomimética será una de las claves de ese aprendizaje, a juzgar por proyectos como la Torre de la Vida que ha propuesto una consultora internacional de arquitectura como una mirada al futuro de la construcción.  

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El edificio, una gigantesca estructura que aspira a erigirse en icono arquitectónico de la ciudad de Dakar en Senegal, busca su inspiración en el baobab, símbolo de ese país africano. Su color de terracota evoca las sencillas construcciones de barro de la región y la tonalidad de sus paisajes. Sin embargo, atesora también las tecnologías del mañana.

En qué consiste la arquitectura biomimética

Si has leído alguno de nuestros artículos sobre biomimética, sabrás que se trata de una disciplina que emula y replica principios y comportamientos del mundo natural, aplicándolos a soluciones tecnológicas. La arquitectura, tal como demuestra el ejemplo de la casa girasol, es uno de los terrenos más fértiles para este enfoque. De forma resumida, un edificio basado en las premisas de la arquitectura biomimética suele reunir algunas de estas características:

  • Autosuficiente energéticamente. En la naturaleza los ecosistemas prosperan puramente con la energía del entorno, sin necesidad de generarla artificialmente.
  • Huella de carbono cero o negativa. En la naturaleza los diversos procesos de fotosíntesis mantienen el equilibrio del dióxido de carbono.
  • Los organismos cuentan con capacidad de regeneración celular, tal como sucede con nuevos tipos de hormigón.
  • Formas orgánicas. Las estructuras imitan formas del mundo natural, como es el caso del centro comercial Eastgate Centre en Zimbabwe que se basa en los termiteros y sus sistemas de regulación térmica.

La arquitectura biomimética no es nada nuevo. De hecho, Filippo Brunelleschi, el arquitecto de la catedral de Florencia, diseñó su icónica cúpula inspirándose en las cáscaras de huevo, lo que le permitió crear una estructura más ligera y resistente. La principal diferencia de la arquitectura biomimética contemporánea es que hoy cuenta con un repertorio de tecnologías infinitamente mayor, tal como vemos en la Torre de la Vida.  

La Torre de la Vida: un ecosistema autónomo

Fruto de la imaginación de un estudio de arquitectura libanés, la Torre de la Vida cumple varias de las características que acabamos de mencionar.

En términos energéticos, es capaz de generar más energía de la que gasta. Por un lado, esto se logra gracias a la eficiencia energética, ya que la estructura terrosa exterior contribuye a generar un microclima por medio de sus perforaciones. Por otro lado, utiliza vidrio fotovoltaico para generar electricidad y un sistema de recolección del agua de lluvia que va a parar a un aljibe en los cimientos. En la base del edifico también hay un biorreactor que transforma residuos orgánicos en energía.

La huella de carbono negativa se logra a través de estos sistemas energéticos, pero también gracias al uso de impresión 3D con materias primas obtenidas en las inmediaciones, reduciendo las necesidades de energía para el transporte y la fabricación. Así, toda la estructura exterior se construye con tierra del lugar e impresión aditiva.  

La imitación de formas orgánicas se ve reflejada en esa misma estructura exterior, que utiliza patrones de reacción-difusión, un modelo matemático que determina la distribución de las manchas en peces o animales.  Tal como se ha indicado, estas aberturas controlan la luz que llega al interior del edificio. También se aplican a todo el terreno colindante, ya que en el subsuelo se prevé la construcción de un museo que utilizará las aberturas a modo de claraboyas.

En términos más concretos, la Torre de la Vida alcanzará los 290 metros de altura y contará con vertipuertos para el aterrizaje de drones y helicópteros. En la zona superior también alojará un bosque para regular la temperatura y los niveles de oxígeno. Todo ello se monitorizará por medio de una serie de sensores, que detectarán desde los niveles de humedad hasta la calidad del aire, la temperatura y los niveles de ocupación de cada espacio.

Otros ejemplos de arquitectura biomimética

La Torre de la Vida es uno de los últimos ejemplos de esta tendencia, pero existen muchos otros. Aunque no todos cumplen tan a rajatabla los preceptos biomiméticos, encontramos muchos casos en los que la naturaleza ha guiado el diseño de edificios revolucionarios

  • La catedral boscosa de La Sagrada Familia. Antoni Gaudí, que podría considerarse un precursor de la arquitectura biomimética, decía que “quienes buscan en las leyes de la naturaleza el apoyo para sus nuevas obras colaboran con el Creador”. Y es lo que hizo con la catedral de Barcelona, cuyo sistema de distribución de cargas y pilares se basó en el crecimiento de las ramas de los árboles.
  • El rascacielos higuera de One One One Eagle Street. Los arquitectos responsables de diseñar este edificio en Brisbane disponían de muy poco espacio y debían respetar estructuras existentes, lo que los obligaba a distribuir los cimientos de forma irregular. Empezaron a probar modelos y descubrieron que tenían un cierto aspecto vegetal. En el proceso encontraron un estudio sobre la germinación de semillas y su crecimiento hacia la luz que utilizaron como base. Pronto vieron que su rascacielos era muy parecido a unas higueras cercanas al solar de la obra.
  • La torre de Norman Foster basada en una esponja marina. Conocido popularmente como “el pepinillo” por su original forma, este rascacielos londinense basa su diseño en la cesta de flores de Venus, una esponja marina que produce estructuras de sílice con las que resiste las fuertes corrientes marinas.   
  • Council House 2, el ayuntamiento termitero de Melbourne. Fue el primer edificio en Australia en obtener la certificación de seis estrellas verdes, un distintivo de sostenibilidad constructiva. Es obra del mismo arquitecto que diseñó el Eastgate Centre de Zimbabwe y sigue los mismos preceptos de autorregulación térmica que utilizan los termiteros. También genera su propia electricidad con paneles fotovoltaicos y microturbinas.

Si te han parecido interesantes estos ejemplos de arquitectura biomimética, puedes ampliar tus conocimientos de esta disciplina con artículos como este, donde se explican las lecciones de eficiencia energética que enseñan algunos seres vivos.

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